Pérez-Llorca, un ejemplo para la España actual

Tuvo dos cualidades hoy olvidadas por la clase política española: una gran capacidad de diálogo y una sólida formación jurídica

De las muchas declaraciones que se hicieron ayer con motivo de la muerte de José Pedro Pérez-Llorca, fue quizás la del catalán y también padre de la Constitución Miquel Roca la que mejor supo denunciar la gran ignorancia que, en general, existe sobre este jurista, político y diplomático gaditano que fue uno de los grandes protagonistas de la Transición española. Roca fue claro al decir que Pérez-Llorca, fallecido ayer en Madrid a los 78 años de edad, supuso una figura "mucho más decisiva para nuestra historia de lo que algunos conocen".

Pérez-Llorca fue ese joven letrado de las Cortes en el que el presidente Suárez se fijó para dar consistencia jurídica a un texto constitucional que ha propiciado el periodo histórico más pacífico y próspero de España. Como destacaron ayer numerosas personalidades, su capacidad de diálogo y su rigor técnico lo hicieron imprescindible en la redacción del nuestra ley fundamental. Esto lo convierte en un auténtico ejemplo para los españoles de hoy, sobre todo, para una clase política que se entrega con facilidad al sectarismo y los excesos verbales, así como suele carecer de la formación necesaria para encarar con garantías de éxito los problemas que tiene el país.

La validez intelectual y personal de Pérez-Llorca hizo que tanto Suárez como Calvo-Sotelo se fijasen en él para ponerlo al frente de los ministerios de Presidencia y Administración Local y Exteriores. Al frente de este último, sus aportaciones fueron decisivas para que España normalizase su situación internacional, impulsando su ingreso en la Comunidad Europea y en la OTAN. Gracias a gente como Pérez-Llorca, nuestro país está hoy en el grupo de los más desarrollados política y socialmente del mundo. Es justo reconocerlo y, sobre todo, agradecerlo.

Dentro de la ejemplaridad de la que hablábamos, José Pedro Pérez-Llorca dio también una lección impagable a las generaciones actuales cuando, una vez disuelta la UCD (partido en el que había desarrollado su carrera política), no quiso aferrarse a los sillones (y sueldos) del poder y volvió a su labor profesional privada, actividad en la que fue un brillante letrado y profesor de Derecho Constitucional. Su compromiso con la sociedad y su vocación de servicio público los siguió demostrando, entre otras actividades, con su gran labor en el Patronato del Museo del Prado.

La muerte de Pérez-Llorca supone la desaparición de una figura histórica que seguirá siendo un ejemplo para las generaciones presentes y futuras.

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