Un Ministerio y un ministro prescindibles

No se pueden crear ministerios con el único fin de facilitar gobiernos de coalición y colocar a los afines. Son caros e inútiles. El de Consumo es un claro ejemplo

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, parece abonado a la polémica. Cada vez que tiene una iniciativa consigue ponerse en contra al sector afectado y a la opinión pública. Pasó con el turismo, con el aceite de oliva y, ahora, con la industria cárnica. Su llegada al Gobierno respondió más a los equilibrios internos del Gobierno de coalición PSOE-Podemos que a una verdadera necesidad y, para colmo de males, cada vez parece más claro que Garzón no ha sabido llenar de contenido lo que en principio era una cáscara vacía. Ahora, según no pocos analistas, su nombre está entre los favoritos para abandonar el Ejecutivo en cuanto Pedro Sánchez acometa la inminente crisis de Gobierno. De hecho, el propio Sánchez ha sido especialmente cruel con Garzón en esta "crisis de la carne", cuando el jueves lo desautorizó en público con un chiste fácil en el que destacaba lo mucho que le gustaba el chuletón. No hay duda de que tanto el ministro como el Ministerio son prescindibles. En un país con los problemas de paro que tiene España -castigado además, como todos, por la pandemia del coronvirus-, no se pueden iniciar alegremente campañas que puedan afectar a industrias que emplean a decenas de miles de ciudadanos. Cierto que hay evidencias médicas y ecológicas de que el consumo excesivo de carne roja puede dañar la salud y el medio ambiente, pero antes de iniciar campañas en contra de su consumo excesivo hay que elaborar planes que den alternativas al sector. En definitiva, se trata de más trabajo y coordinación gubernamental y menos titulares buenistas. Desde luego, ni los ganaderos, ni la industria de transformación, ni los restauradores, que son los que con sus impuestos mantienen al Estado, merecen que un ministro arremeta contra sus intereses alegre e irresponsablemente. Aparte, hay que hacer la reflexión de que no se pueden crear ministerios con el único fin de facilitar gobiernos de coalición y colocar a los afines. Principalmente porque son muy caros e inútiles. El de Consumo es un claro ejemplo. Los ministerios deben tener una utilidad y estar encabezados por personas con los suficientes conocimientos técnicos.

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