Más de 5,6 millones de electores están llamados hoy a participar en unos comicios autonómicos para elegir nuevo presidente de la Generalitat, tras la inhabilitación del anterior, Quim Torra. En el censo, más de un millón de andaluces o con ascendencia. En juego, continuar con una década de deriva independentista que ha dividido y crispado a la sociedad o encontrar una alternativa que permita abandonar paulatinamente ese bucle. Porque resulta imperioso ocuparse con realismo de los graves problemas que acucian: la crisis sanitaria por el Covid-19 y sus gravísimas consecuencias económicas. El PIB de la comunidad cayó en 2020 un 11,04% y más de 5.000 empresas han abandonado el territorio ante la inseguridad jurídica generada por el referéndum ilegal de 2017. Aquel pujante motor, referente de España y Europa, hoy apenas consigue mantener sus revoluciones al ralentí. El escenario electoral es excepcional debido a la pandemia, aunque los contagios han descendido. Aun así, se estima que pueden votar hasta 80.000 personas infectadas o contactos directos. Por ello, la Generalitat ha recomendado varias franjas horarias para acudir a los colegios. Los vocales de las mesas se protegerán con EPI durante la última hora de votación. Las encuestas auguran resultados ajustados, con un Parlamento fragmentado con hasta nueve partidos. Y mayor presencia de las formaciones más extremistas, a uno y otro lado del espectro político. Una pésima noticia si se confirma. El bloque del procés, más allá de su división interna, insiste en presentar la cita como un plebiscito sobre la independencia y aspira al 50% de los sufragios. Luego usarán a conveniencia los datos de participación. La campaña ha dejado un todos contra el candidato socialista, Salvador Illa, con veto a posibles acuerdos de gobernabilidad. Una huida sin retorno que sólo puede frenarse desde la Constitución. Los catalanes tienen la palabra.