Tierra de palabras

La voz de la conciencia

Hay quien piensa que la tierra debe ser un generador de alimentos y no una ocasión para el pillaje

Hay conciencias que sienten que vivir es algo distinto a lo que realmente nos quieren hacer creer que es. Que para que se produzca un cambio revulsivo en el planeta, hace falta primero un cambio en las mentes de sus inquilinos.

Hay quien piensa que la tierra debe ser un generador de alimentos y no una ocasión para el pillaje de las multinacionales y los terratenientes; que la vivienda debe ser un derecho y no un negocio; que la utopía no es algo inalcanzable ya que mediante la lucha se puede convertir en realidad; que es injusto escuchar que es imposible el pleno empleo, el derecho a la vivienda, la educación y la sanidad, pero sí es posible que un solo rico en el mundo posea el capital con el que podría vivir todo el África subsahariana; que discurso y vida tienen que ser una misma cosa; que cualquier cargo público tiene que ser el primero a la hora de la lucha y el último a la hora de los beneficios; que una vez que se ha caído el mito del mercado como un dios que lo arregla todo, omnipotente e infalible, es necesario que la riqueza que genera el obrero vuelva en forma de bienestar al propio obrero; que urgen los conceptos como el de generosidad y bien común; que la solución tiene que venir desde abajo, donde la ciudadanía se organice y sepa que se tiene que movilizar y luchar; que es necesario buscar un modelo solidario, sostenible y ético.

Pocas objeciones a estos pensamientos que sustentan verdades de peso, pero son muchos los que, de una forma innecesaria, se toman este transitar del mundo muy a pecho evadiendo así la mayoría de sus responsabilidades y salpicando de malestar todo su entorno. Cuesta explicar que detrás, a veces muy detrás de todas estas formas inestables, hay una paz posible que emerge de nuestro interior, una paz que reconoce la transitoriedad de todo lo que sucede. Son lecciones que la vida te pone para aprender, si realmente quieres, a no tener la necesidad de sobresalir, de ser especial, la necesidad de tener el control de todo o la razón.

La verdadera realización humana sería conseguir ver con claridad que no somos lo que percibimos, lo que experimentamos; que son simples proyecciones que no nos representan con veracidad.

¿Podremos llegar a sentir realmente quiénes somos o nos dejaremos arrastrar por los sucesos, perdiéndonos en el laberinto de la mente y el mundo?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios