Con la situación de guerra que se está viviendo en Ucrania y ante los peligros que se ciernen sobre el mundo si algún lunático decide invadir al vecino, ha habido un repunte de opiniones y actuaciones dirigidas al rearme. De hecho, los países integrantes de la OTAN han acordado un aumento del porcentaje de su PIB hasta llegar a un mínimo del 2 % para 2025 en los gastos de Defensa.

Esta carrera enloquecida por armarse, por acumular efectivos, por tener acceso a las bombas nucleares, por modernizar y sofisticar el armamento y hasta la guerra bacteriológica, sólo puede concluir de una forma: que todo ese arsenal se acabe utilizando. Es absurdo acumular artefactos para matar de forma masiva para el caso hipotético de que alguna vez se tengan que emplear.

Y no podemos olvidar que, aparte de los sentimientos ultranacionalistas y las ideologías autoritarias que suelen estar detrás de estos planteamientos, no sólo son maneras de pensar, sino que toda la puesta en marcha del rearme de un país es un negocio tremendo. La guerra sigue siendo el mayor negocio del mundo. No sólo para aniquilar, también para la posterior reconstrucción. Un buen número de empresas se hacen de oro y los gobiernos y las alianzas preparan planes para atacar primero, y para enmendar los destrozos después. Lo que no se recuperan son las vidas de las víctimas.

Resulta muy penoso comprobar esta tendencia de buena parte de la población y de la clase dirigente y me pregunto quién defiende la paz, quién respalda la no intervención, quién se posiciona en contra del ataque. Esta sociedad que se desvive por el consumo y se sustenta en cuatro ideas simples y egoístas, donde se ha desechado la utopía y se carece de ideales humanistas, ve más correcto armarse hasta los dientes, que optar por políticas en las que las armas vayan desapareciendo de forma paulatina. Ciertamente hay gente muy loca, Putin, Trump, Kin Yon Un,… pero tan fantasioso es tener bombas como para desviar al Planeta de su eje, como plantear una eliminación progresiva del armamento, consensuada por todas las potencias, bajo el paraguas de la ONU. Y si no se hace es por el business, el imperialismo y la testosterona.

Abrazar la causa pacifista, ahora que han sido aniquilados otros sueños de justicia social, igualdad y las ilusiones revolucionarias del tipo "el pueblo unido jamás será vencido", el pacifismo debe ser una alternativa que aglutine a las gentes que están por el progreso y en contra de la ley del más fuerte y el más grotesco. Decir que se está contra la guerra, pero que hay que armarse es tan contradictorio como hipócrita. Y tremendamente peligroso para tus congéneres.

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