Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Con mis virus al Sur

Dijo Upton Sinclair que es difícil que alguien entienda algo si su salario o su estatus dependen de que no lo entienda: de su egoísta percepción de las cosas. Con franqueza, uno confía en el compromiso personal -solidario y colectivo- con el asunto de la epidemia lo justo y poco más. Que no somos chinos obedientes a mamporros ni alemanes de pura cepa protestante y defensores de sus logros sociales, eso lo sabemos. Que seamos algo indulgentes con los más jóvenes que, si les dan una semana de cierre universitario, sentirán serias tentaciones de irse de botellón o al parque en pandilla, o al chalé de aquel a hacer justo lo mismo, vale, también. Ahora bien, exportar sin recato el coronavirus por tener en Andalucía o Levante la segunda vivienda, oiga, eso no es de recibo. Y demuestra que las descoordinaciones regulatorias en la crisis en curso son más importantes de lo que puedan parecer. Se trata de imponer a la ciudadanía lo que la ciudadanía, per se, no se autoimpone. Lamentablemente.

En Madrid y otros centros y focos de infección hay millones de personas, no pocos andaluces; y entre millones, algunos, que, a lo que vamos, ven su teletrabajo forzoso como una oportunidad de trasladarse a su segunda vivienda en el Sur o el Levante, y allí relajar las imposiciones que constriñen sus hábitos y movimientos en su distrito habitual; disfrutando de la playa, los chiringuitos y sus espetos y doradas a la sal "baratísimas". Los hosteleros temerosos de la peor temporada alta del siglo les hacen de partenaire. Pasando mucho de la base de responsabilidad personal que, nos dicen, exige esta situación sobrevenida cual bofetón de loco. Que habrá que cerrar los bares -ya ayer no quedaba casi ninguno abierto- es evidente si urgente es que hay que ralentizar la velocidad de contagio para prevenir el colapso hospitalario.

Más allá de la nula conciencia colectiva de muchos o pocos, este descaro de nuevo rico y viejo pobre, que se pasa por el forro los deberes, pone de manifiesto que el caleidoscopio gubernativo -estatal, autonómico, local- es un hándicap en la gestión de la emergencia nacional. La descentralización complica el control, aunque lo haga más cercano. Por eso, este artículo 155 recentralizador que el Gobierno -el central- decretó el viernes debe ser implantado con prohibiciones para cortar a los que no quieren poner coto a su ombliguismo. Lo que no hagas en tu casa, no lo hagas en tu segunda vivienda o tu destino turístico. Donde no rige el principio de responsabilidad, debe regir el de autoridad.

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