Cambio de sentido

¡Que vienen los rojos!

Dudo que al Rey le haga gracia que militares nostálgicos del golpe del 36 le manden cartitas

Qué tardes más buenas, estas del puente, para una sesión de película y manta! Antier me zampé ¡Que vienen los rusos!, film de 1966 nominado a cuatro óscares. Va de un submarino ruso, que encalla en una costa perdida de Estados Unidos, y de la escalada de pánico y tensión -más allá de la lógica alerta- que ciega y arma hasta los dientes en el municipio en el que transcurren los hechos. De todos los personajes, me quedo con el de un militar retirado, de edad provecta, buchón, poco mordedor, que encabeza una milicia cívica contra los rojos. Como no podría ser de otra manera en un sistema medianamente serio, el jefe de la policía local le baja los humos. Y nada, erre que erre: el excombatiente jartible da la murga hasta que el municipal le acaba por partir la espadita que blandía en el aire agitando a las masas. Algo así -desautorizarlos tajantemente, o (si a alguien le resulta excesivo) meterles en los bolsillos unas bolas de alcanfor- se debiera haber tratado desde todos los frentes políticos al general retirado que propone fusilar a 26 millones de españoles, entre los cuales sin duda me cuenta. Pero no, la carcunda esponja en la boca de Díaz Ayuso y entre los salvapatrias de una idea España cero plural, que "que ignora la otra mitad, la mitad irredimible". Cualquier miembro del ejército, como cualquier funcionario, puede pensar lo que quiera, pero, en lo tocante a hacer, le corresponde servir al país, y más le vale, por la salud del sistema, que su pensamiento y obra no colisionen.

A menudo debato con mis colegas si acaso al Rey le hará gracia que militares retirados, nostálgicos de tiempos lúgubres, le manden papelitos, o que los de Vox griten, voz en pecho henchido, tanto "¡Viva el Rey!". Quiero pensar que a Felipe VI le queman esas cartas en las manos, y dice por lo bajo "¡dejadme, por Dios por la patria y el rey, qué agobio!". No creo que a Su Majestad, con su herencia vuelta secuela, le convenga que parezca que es de unos más que de todos, sino asociar su "marca" con las ideas de pluralidad y modernidad, a la altura de los tiempos, como la Casa Real logró -recuerdo que él entonces iba de blanco abanderado, con su sombrero caladito- en los tiempos del 92. También al ejército más le vale ser, estar y parecer de todos, voten a quien voten los soldados. En manos de una y otra institución está aguantar el pulso que sus incómodos leales -más que los rojos o los pacifistas- le están echando en plena democracia.

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