Que vienen los fachas

Si usted se queja de la carestía de la merluza puede ser un nacionalista peligroso (español, naturalmente)

Al final, resulta que don Andoni Ortúzar es un rojazo de pronóstico ("la Seguridad Social se transfiere y punto", le acaba de ordenar, con suma dulzura, a su socio progresista, don Pedro Sánchez), mientras que el agro extremeño y demás "aceituneros altivos" son, a juicio de don Pepe Álvarez, gerifalte de la UGT, "la derecha terrateniente" y una colección de "carcas". Digo todo esto porque los carcas de Andalucía se van a reunir en Sevilla el día 25, no sabemos si para rodearnos y declarar la República de Saló, o directamente para liquidarnos mediante una pérfida sesión de cantos regionales y degustaciones de pan con aceite. Lo extraño, en cualquier caso, es que don Pepe Álvarez, cuyas simpatías nacionalistas son bien conocidas, no encontrara igual de carcas a los amables tractoristas que atronaron Cataluña hace unos años, y que el humorismo catalán bautizó, muy oportunamente, como "Tractoria".

Ya dijimos aquí que, en el viejo debate de Rosa Luxemburgo y Lenin, en torno a los nacionalistas, doña Rosa acertó a definirlos como un "particularismo campesino y pequeñoburgués" que quería conservar sus privilegios, amparado bajo la grímpola de las esencias patrias, mientras que Lenin, pensando en las colonias, abundaba en la imaginería romántica de la "liberación de los pueblos", etcétera. Lo cierto es que la tesis de Lenin tuvo más éxito, y es así como tenemos a toda la izquierda española defendiendo a una facción breve e inhóspita de ciudadanos, declaradamente reaccionaria (catalanistas y vasquistas, mayormente), mientras que los agricultores quejumbrosos del precio de sus cosechas son, para el máximo dirigente sindical, una cuerda de terratenientes, que amenazan el cinturón rojo del señor Ortúzar.

Es decir, que si usted se queja de la carestía de la merluza puede ser un nacionalista peligroso (español, naturalmente). Pero si usted es nacionalista y exige una serie de gabelas, exenciones y privilegios (que el presidente del Gobierno, en su infinito ánimo redistributivo, tratará de concederle), entonces usted es progre. O como diría el señor Ortúzar: usted es progre y punto. Lo cual no deja de tener cierta gracia melancólica, ya que hoy es la vieja derecha provinciana, algo encolerizada y ruin, quien otorga las etiquetas de progresismo. Es decir, que la izquierda líquida y posmoderna ha renunciado a cualquier ideal referido a la equidad, y ahora campa por el alegre prado de lo idéntico, del brazo del progresista Torra.

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