VERÁS Tobala, estate tranquilo. Ahora, casi una semana después, te lo puedo contar desde la serenidad. Un sosiego extraño que me turba, lo reconozco, cada vez que me siento en la redacción y miro hacia la derecha, a tu mesa, repleta de papeles y pertenencias, amontonados, tal y como los dejaste el último día. Ya sabes, entre tú y yo hablábamos de todo un poco, pero a gustito. Tú, persona engrandecida y yo expectante recibiendo lecciones de humanidad, de entereza y comprensión. Curioso, ¿verdad?

Y es que te instalaste con Montse en la cumbre del amor y ya no hay quien la pueda ni la quiera bajar. Cumplió con creces el difícil trance del hasta luego, mientras que tu madre, qué gran mujer, paseaba su inmenso dolor entre todos nosotros, con una entereza digna de su hijo. Y tus hermanos. Paola, me quedo con su ternura y su mirada; Fermín, con su abrazo que me traspasó el alma y me hizo recuperarte y Maculi, sus lágrimas, sus sonrisas, todo. Qué gran familia.

Y Alejandro. Siempre me hablabas de Alejandro. Catorce primaveras. Me decías que cuando se lo dijiste llorasteis, os fundisteis en un abrazo, como el día de la fiesta, cuando le leíste su poema. Todo suyo. Y ahora que ya no estás, confirmo lo que siempre defendí: en la lucha contra el mal bicho ganabas tú. Porque mientras tus poemas no dejan de fluir y flotar, Alex Tobalina recorrerá aquellos espacios que estaban destinados para ti y ondeará la bandera del orgullo de haber tenido un padre como tú.

La verdad Tete, no esperes demasiado de mí. Ahora que vivirás para siempre en los hermosos campos de la eternidad yo campeo como puedo entre las miserias terrenas, aunque un poco más feliz por poder presumir de haberte conocido y estrechado. Un poco, que fue mucho.

¿Te acuerdas? Cada amanecer, tras la sentencia de los días contados, llegó el insomnio y te asomabas a la ventana de tu salón y contemplabas el puerto. El sol tenue, el horizonte borrascoso, las grúas frías e inmóviles, a esas que desde el objetivo de tu cámara revivías. Sí, ¿te acuerdas?, se trataba de vivir, no de sobrevivir. Me lo prometiste y lo cumpliste....

Pero, felizmente, hoy ha vuelto a amanecer. Es tu turno Alex, tomarás el testigo y cantarás triunfante a la vida, y junto a ti, de la mano, Julia, Fermín, Javier, Manolo, Alba, Lucía, Lola, Abraham, Laura, Palmi, Víctor, Juan, Fernando, Reyes, Miguel, Mauro, Alberto, Sandra, Marc, Mariona, Sofía, Álvaro, Miguel, Ángela, Juanma, Dani, Juanito, Guillermo, Carmen, Cristina y Nacho y todos aquellos que han de venir, para saludar al sol, con los brazos extendidos, celebrando lo hermoso que es vivir.

Además, Alex, tu padre era, perdón, es un poeta y los poetas nunca mueren. Él mismo se lo cantó con las palabras más hermosas a Julia Guerra: " Los poetas no se van jamás. Los poetas están en nosotros, como la piel, como el latido del corazón, como el susurro del aire en nuestros pulmones. Respiro ahora y entras como una bocanada fresca para llenarme de futuros que vivirás, aquí, conmigo, cogidos de la mano delante de un papel en blanco en el que seguir escribiendo, verso a verso, la vida". Lo dicho, hermano, venciste. Ganó la vida.

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