Ayer Emy Luna vino a visitarnos al pueblo de Los Barrios para darnos a conocer su primera novela: El viajante. Hace tiempo que planeaba que viniera porque quería acogerla y mimarla en esta la que considero ya mi tierra. Por la mañana acudimos a la cita con RadioSol, nuestra emisora local, en la que María José Alconchel, presidenta de la Asociación Cultural Telethusa y organizadora del evento, nos esperaba a la vez que su locutora, una histórica del pueblo, Merchi Guillén, nos abría las puertas de la emisora. La mañana fue de lo más agradable, cuatro mujeres hablando de cultura sin guiones ni limitaciones de tiempo y aportándole sensibilidad y sabiduría a lo que las cuatro amamos.

Por la tarde, el bello edificio de la Casa de la Cultura nos esperaba. Como buena cicerone le pedí a María José que hiciésemos la presentación del libro en el patio que bien podría ser uno de los que Emy describe en su novela y así sorprender a la autora. Una Casa de todos que siempre recibe al que llega.

Parto de la base que no sé hacer crítica, no me veo preparada, y menos de una novela porque ya el simple hecho de escribirla me produce gran respeto. En ese sentido soy muy sencilla y básica y mi manera de proceder lo aplico a todas las artes: me llega o no me llega, me aporta o no me aporta, me hace vibrar o me deja indiferente. Y de entrada, Emy, como persona y como creativa: me llega, me aporta y me estremece.

Hablar de Emy Luna es hablar de una niña curiosa que hecha mujer no ha perdido la necesidad de que la vida le sorprenda. Atenta a cualquier detalle rescatando el aroma más puro de su esencia. Admirable es que a su innata vocación le diese alas y esas sólidas alas han sido a base de estudio, perfeccionamiento y avance en su escritura. Empezó trabajando el relato corto hasta dominar su técnica y se le empezó a quedar pequeño el espacio y dio el salto a la novela. Su primera obra, que ayer presentamos, quedó finalista en un premio de Sevilla y ganó el IX Premio Onuba de Novela.

El viajante contiene una narrativa a la que debes acercarte sin prisa, saboreando los entresijos que la memoria urde, escudriñándolos, dejándote llevar por los parajes por los que se deja llevar su protagonista hasta encontrarse, paseando con la imaginación por los envolventes aromas de otros tiempos.

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