¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El veto a Vox

Vox es una realidad de la sociedad actual y vetarla es traicionar a esa democracia que se dice querer defender

Al mismo tiempo que el presidente Sánchez rendía pleitesía al césar Torra, el Partido Socialista, con la ayuda inestimable del PP, consumaba su veto a Vox en los cargos de las comisiones de trabajo del Congreso de los Diputados. De esta forma, los 52 diputados del partido verde-loden, una inestable mezcla de tradicionalistas con populistas de derecha, indignados rurales, víctimas de la globalización e insumisos ante las múltiples pamplinas progres, han sido excluidos de unos grupos de trabajo que marcan buena parte de la actividad parlamentaria en nuestro país. En plata: la tercera fuerza política de España, con 3,6 millones de votos (casi el 16% de las papeletas), ha sido ignorada supinamente por sus señorías, que sí le han dado cabida en dichas comisiones a partidos de probada lealtad a España y a su bonita Democracia, como ERC (3,6% de los votos) o PNV (1,6%). No hay que ser ningún Pitágoras para concluir que, con el veto, el Congreso distorsiona (cuando no traiciona) el verdadero mandato de los ciudadanos en las urnas. Esta, imaginamos, es la "regeneración democrática" que nos propone el Gobierno de Progreso.

Vox, por su parte, no es inocente. Sus continuos e iliberales vetos a la prensa, censurando y embistiendo (cuando no depurando) a cualquier medio o periodista que no sea de su agrado, nos muestran un partido que aún tiene mucho que aprender sobre cómo funciona un ecosistema democrático. Cierto es que algunas opiniones que se pueden leer sobre el partido de Abascal apenas son una retahíla de insultos escatológicos sin más argumentos que la gracieta gamberra, y que muchos informadores han renunciado a su deber de intentar comprender y hacer comprender el mundo para militar activamente en un anti-voxismo cómodo y premiado desde las instancias del poder, pero eso no justifica la actitud por lo general agresiva y sobreactuada de este partido contra el periodismo. La política democrática sólo se puede ejercer con elegancia desde un cierto estoicismo.

Vox es una realidad de la sociedad española actual y vetarla es traicionar a esa misma democracia que se dice querer defender. El tiempo del bipartidismo plácido, con broncas escenificadas a lo Pimpinela que luego se solventaban entre tragos y risas en el bar del Congreso, ha pasado. La política hoy tiene más de riña tabernaria que de duelo versallesco, pero eso no significa que se niegue a ninguna formación el derecho a existir. Más cuando no carga sobre su conciencia ningún muerto ni tiene a ningún líder en la cárcel por sedición. Los aliados de Sánchez no pueden presumir de lo mismo.

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