Crónicas levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

El verano que nos dio Juan Salvini

La Consejería de Turismo es la espuma del Gobierno andaluz; ansiarla, un síntoma de inanidad en la política

El Gobierno andaluz tiene un problema muy grave, y no es el que anda planteando el vicepresidente Juan Marín. Un problema serio, de los de verdad, de aquellos que afectan a cientos de miles de empleados y millones de personas. No es que tenga su origen en el Ejecutivo de Juanma Moreno. Ni que sea culpable de ello, pero sí es el responsable. Se llama vuelta a las aulas, y de ello se encarga el consejero Javier Imbroda, que también es de Ciudadanos, como Juan Marín. Pero el sanluqueño sólo tiene una fijación: ampliar el Gobierno en dos o tres consejerías, para que pueda colocar a unos cuantos más y su macroconsejería, que tiene más títulos que el duque de Alba, quede más manejable. Como el presidente Juanma Moreno no ha accedido a la hipertrofia de la administración, Marín lo ha dejado para septiembre. Como el lío de Imbroda.

El verano pasado, Matteo Salvini, entonces ministro de Interior de Italia, realizó una gira por todas las playas de la península, en bañador y con mojito en mano, para anunciar que iba a por la Presidencia del Gobierno del país. El tipo iba lanzado, rompió con los populistas de izquierdas de las Cinco Estrellas y enfiló la proa contra Guiseppe Conte. Salvini dio el veranito, pero Conte movió esos hilos profundos del Estado italiano que llegan hasta el Vaticano, se confirmó como primer ministro y mandó a Salvini a llorar sus desgracias.

Pues sí, en la política andaluza, éste es el verano de Juan Marín. Inés Arrimadas tuvo que ir el lunes pasado al Palacio de San Telmo a darle una colleja, la jerezana repartirá unas cuantas más, pero es que la ambición de Marín por crearse una baronía en el sur salta a la vista y eso crea mucha inquietud, también, en Ciudadanos en Andalucía. Ya antes de la pandemia, el presidente Moreno confesó a un interlocutor que más que la inestabilidad que pudiera causarle Vox, lo que temía era la falta de sintonía entre los consejeros de Ciudadanos. No con él ni con Elías Bendodo, sino con ellos mismos.

Marín tiene un pecado original: querer ser consejero de Turismo. Está empíricamente demostrado que los socios débiles de los gobiernos andaluces han aspirado siempre a quedarse con Turismo, que es un sector económico sustancial en la comunidad, pero que, desde un punto de vista político y administrativo, carece de enjundia. Sí sirve para la fotografía y el lucimiento, para abrazar a cantantes y actrices, es la espuma del Gobierno andaluz, pero las ansias de poseerlo es síntoma de la inanidad. Le ocurrió al PA cuando gobernó y le paso a Izquierda Unida cuando, incomprensiblemente, se lo pidió. Es como una maldición.

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