Sin pretender convertirme en sociólogo, ¿coinciden ustedes conmigo, en que la gente está más agresiva que de costumbre? Si comete usted un pequeño error en el tráfico, se le aparece un justiciero energúmeno, largando fiesta por la ventanilla. Tiene claro que él, claro está, no comete errores nunca. En los centros de atención al público, los funcionarios se enfrentan a una oleada de indignados por esperar más de la cuenta en una cola o por considerar que no están siendo atendidos, como su alta dignidad merece. En esos casos, como los pistoleros del lejano oeste desenfundaban el colt, se lanzan a hacer una reclamación por escrito.

Sin entrar en el fondo de la protesta, la forma suele estar plagada de faltas de ortografía, dignas del alto porcentaje de analfabetos funcionales del que gozamos en el país. Ello produce la rechifla, que no el asombro, del probo funcionario encargado de investigarla. Las fuerzas de seguridad del estado, a las que hemos confiado el monopolio de la violencia proporcional, se enfrentan a niñatos que las insultan, amenazan y sin ningún miedo hacen caso omiso de sus órdenes. No estamos hablando de los narcos que son profesionales del delito, estos sólo son aficionadillos. Todo el mundo tiene claro cuales son sus derechos y está claro que no quieren dar ni un paso atrás en su exigencia. Sin embargo el tema de los deberes, está envuelto en una nebulosa que no permite ver claramente la colisión con los derechos de los demás. Aquí más que cantar a coro en un orfeón social, se prefiere salir por peteneras, en solitario.

Los problemas sociales no tienen una etiología fácil, pero tengo para mí que mucha responsabilidad tienen, con su verbo agresivo, con su acusación permanente, con su exigencia de limpieza moral para los demás, los políticos en el Congreso. Me recuerdan a aquella monjita que empezaba sus oraciones, rogando al Señor por los pobres pecadores. Ella, claro está, no se incluía en esa nómina. Los políticos, debido a la gran atención que les dedican los medios de comunicación, se convierten en modelos del pueblo. Cuando el debate se oculta entre toneladas de basura, sólo aparece al final la manipulación de masas en beneficio propio. Hay gente también que en las redes sociales juega a quién dice la barbaridad más grande. El problema surge cuando abandonan la invisibilidad y se enfrentan cara a cara con personas y les sale el vicio adquirido. Corren buenos tiempos para la mala leche.

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