Crónica Personal

La vacuna, oscuro objeto de deseo

El tono triunfalista de algunas de las declaraciones del presidente sobre los planes de vacunación es inquietante

La permanencia de Pedro Sánchez en La Moncloa hasta el final de la legislatura no depende de una vacuna del Covid-19 sino de los apoyos políticos que consiga mantener hasta entonces. Pero la vacuna ayuda. Tanto, que Sánchez dedicó más de una hora del fin de semana a comparecer para explicar cómo se iba a aplicar a los españoles, con calendario incluido, y al análisis sobre la vacunación se ha dedicado prioritariamente el consejo de ministros celebrado este martes.

Bien, no hay presidente que no explique sus planes para la vacuna, aunque unos son más prudentes que otros. Merkel, por ejemplo, ha asegurado que se iniciará el proceso de vacunación antes de que finalice el año si para entonces se ha dado ya luz verde a las diferentes vacunas que hoy aparecen como las más avanzadas en sus investigaciones y pruebas con voluntarios, las de Pfizer, Moderna y Astra-Zeneca. Pero ese condicionamiento, que haya luz verde, obliga a tomarse los anuncios de vacunación con un mínimo de realismo: todavía no hay una sola vacuna que se encuentre en condiciones de ser aplicada con plenas garantías; no hay un solo epidemiólogo y virólogo que no exprese su preocupación por el optimismo desbordante, aunque se comprende ante la necesidad de paliar la angustia que sufren todos y cada uno de los ciudadanos del mundo desde hace un año. Por otra parte es necesario, al menos en España, que las vacunas cuenten con la aprobación de la Agencia Europea del Medicamento antes de que puedan ser comercializadas.

Precisamente conocer la eficacia es el asunto clave y paso previo para su aprobación y posterior aplicación. Habitualmente una vacuna tarda 10 años desde el inicio de su investigación hasta que supera todas las pruebas, pero ante la pandemia que se está viviendo el proceso se acelera en todos los laboratorios y en los países que los promueven. Así y todo es fundamental conocer el grado de efectividad, cómo actúa con los mayores y los niños -no se han hecho pruebas con niños-, cuánto duran sus efectos, si la vacuna elimina la transmisión del virus y si existen garantías suficientes como para permitir la obligatoriedad, que es lo que anuncian algunos países. Es sintomático que un porcentaje alto de profesionales se han mostrado contrarios a que sea obligatoria.

España, como los países de nuestro entorno, están esperando la vacuna con desesperación, porque las consecuencias del coronavirus son devastadoras. Pero el Gobierno está obligado a actuar con la máxima prudencia y a no crear falsas expectativas. Y en algunas de las declaraciones del presidente, el tono triunfalista es inquietante.

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