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josé aguilar Ignacio Martínez

La última farsa de ETAJubileo etarra

Los etarras no lo han dejado por la convicción de que matar es malo, sino porque matando, y mucho, han sido derrotadosLa ceremonia de Arnaga busca indulgencia plenaria y el acercamiento de los 243 presos, 84 en Andalucía

Siempre tan teatrera, ETA echó definitivamente un telón que ya había caído en octubre de 2011 cuando dejó las armas. La única razón por la que antes les prestábamos atención era porque mataban, secuestraban y extorsionaban. Sin eso no eran nada. No han sido nada en estos siete años. Si acaso, el recuerdo de una pesadilla. Desde el jueves, ni siquiera eso: unas líneas en la historia universal de la infamia, un párrafo en la historia del crimen.

Josu Ternera y Anboto -dos asesinos en serie- bajaron ese telón en una última representación de la farsa grotesca que ha durado cincuenta años con paradójica forma de tragedia: sin pedir perdón por las 853 vidas arrancadas y las muchas miles de vidas rotas, sin abjurar de la violencia perpetrada y sin contar la verdad de por qué han abandonado. Que no fue por la convicción de que es malo matar, sino porque matando, y matando mucho, han sido derrotados. Estrepitosamente.

Derrotados por la democracia española cuando aplicó a fondo a la banda sus armas legales y políticas (pacto antiterrorista, ley de partidos, policías y jueces, colaboración internacional) y crecidos, en cambio, cuando se les quiso combatir con la guerra sucia. Sin conseguir ninguno de sus objetivos fundacionales, como la autodeterminación de Euskadi y la absorción de Navarra, y ni siquiera sus variados objetivos estratégicos, como la amnistía o el traslado de sus presos. Fracaso en todo, menos en la capacidad de hacer daño y causar sufrimiento.

Mientras han podido. Hace años que ya no pueden, y es por eso, sólo por eso, por lo que se inventaron esa rendición a plazos -la propaganda queda asegurada- ahora solemnizada gracias a los tontos útiles que atienden al título de "mediadores internacionales" y a comparsas inútiles del tipo Podemos y UGT que se prestan al numerito. Y, claro, como la disolución no es fruto del arrepentimiento, sino de la conveniencia, ni de una reflexión sobre la ilegitimidad de su existencia, sino de la conciencia de la derrota y la necesidad de sobrevivir a ella, no pueden evitar que les asome la patita por debajo del cálculo interesado.

Por eso no se arrepienten, no pidieron perdón a todas las víctimas -sino disculpas a una parte de ellas-, pretenden explicar sus crímenes como abscesos de un conflicto que empezó con la Legión Cóndor y no renuncian a su proyecto político. Como el escorpión, no lo pueden evitar. Es su condición.

EN el País Vasco francés, que fue su santuario durante décadas, hubo ayer una extraña ceremonia etarra para buscar la indulgencia de la sociedad vasca, española e internacional. La banda se disuelve ante un centenar de feligreses de la paz, esperanzados en cerrar heridas con un proceso de reconciliación. Confieso mi escepticismo ante semejante jubileo. No confío en la buena voluntad de los derrotados; la soberbia sectaria no se elimina así como así. Ni siquiera han sido capaces de pedir perdón a todas las víctimas.

Los terroristas no van a reconocer que se equivocaron con tanta muerte, tanto daño, tanto dolor. Todo para volver a la casilla de salida de la democracia con más de 40 años de retraso, tras 853 asesinatos. Demos por descontado que no habrá una petición satisfactoria de perdón. Pero hay disculpas que muchos otros podríamos pedir. Por ejemplo, quienes nos alegramos de que mataran al primer ministro del dictador. Entonces, muchos consideramos héroes a los asesinos de Carrero Blanco. Un grave error; no hay asesinato justo, ni terrorista bueno.

También deberían pedir disculpas quienes añadieron más crueldad a los crímenes, aislando a viudas y huérfanos. Un sórdido ambiente retratado por Fernando Aramburu en Patria. O quienes atendieron el lema de Batasuna en las elecciones europeas de 1987, "vota lo que más les duele". HB consiguió un tercio de sus votos fuera del País Vasco y Navarra. Fueron más de 100.000 españoles que votaron por el dolor; diez mil en Andalucía.

Discrepo de la opinión de que la banda no ha conseguido nada. Sin los centenares de muertos de los años en los que se negoció la Constitución es probable que no se hubiesen recogido los fueros vascos y navarro, ni tampoco se habría negociado en 1979 a la baja el cupo vasco. Alguien debería pedir disculpas por eso. Como por la utilización de las víctimas con fines políticos. Rajoy no se ha excusado por culpar a Zapatero de traicionar a los muertos y vigorizar a una banda moribunda, cuando negociaba su desaparición. Aznar no ha lamentado llamarla Movimiento Vasco de Liberación en el 98. González no ha deplorado la guerra sucia de los GAL durante su mandato...

Y tampoco la prensa internacional se disculpó por calificar a ETA como grupo separatista, en vez de terrorista. Esos medios globales querrán hoy ser optimistas sobre el proceso de Arnaga: el inicio de un jubileo en busca de indulgencia plenaria y el acercamiento de los 243 presos que hay en cárceles españolas, 84 en Andalucía. Pero hace falta mucho perdón para que se lo ganen.

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