Durante siglos, la desembocadura del río de la Miel fue el lugar donde, al resguardo de la piedra de la Galera y la isla Verde, las embarcaciones buscaban amparo frente a una mar acostumbrada a mostrar míticos enfados de furiosos poseidones. El río que fue santo, seña y divisoria de las dos Algeciras; el río que otorgó riqueza y protección fue también el origen de su puerto hasta que decisiones hoy cuestionadas lo soterraron en aras de pretendidas ventajas. Mientras la ciudad varias veces fundada acabó sepultando a su cauce y caudal, el puerto, con su exponencial desarrollo, no ha dejado de cubrir bajo toneladas de tierra la antigua línea de costa, alejando progresivamente el mar y dejando como patrimonio de una memoria cada vez más velada antiguos arrecifes, playas, islas y piedras que hoy apenas sobreviven en la toponimia local.

En estos días se anuncia un nuevo proyecto de ampliación portuaria. En este caso se trata de una explanada en la histórica dársena de la Galera. Con un presupuesto de 19,3 millones de euros, se prevé ensanchar la conexión entre este muelle y el de la isla Verde ganándole al mar una superficie de 18.900 metros cuadrados. Se trata una cifra exigua en relación a los 5.293.806 metros cuadrados de superficie terrestre que gestiona la Autoridad Portuaria Bahía de Algeciras; sin embargo, el lugar posee una relevancia especial, ya que se ubica frente al desagüe del histórico cauce desde hace décadas soterrado, para lo que será necesario acometer un nuevo encauzamiento del tramo final del antiguo lecho.

No se puede poner en duda el valor del puerto en la economía de la zona, ni que con estas obras se mejorará el pre-embarque de la línea de Algeciras-Ceuta, donde se dispondrán de dos nuevos atraques para ferris; ahora bien, todo ello se conseguirá a costa de actuaciones que alejarán todavía más el mar y volcarán toneladas de tierra sobre el maltrecho estuario del antiguo río de una ciudad que parece resignada a darlo por perdido, ya que un hipotético descubrimiento y regeneración de su cauce se encontraría ahora con nuevos rellenos y obstáculos que dificultarán utópicos proyectos que hoy forman parte de idealizadas quimeras.

El mítico Cronos se enfrentó a sus orígenes y castró a su progenitor, Urano, con el consentimiento de su madre, Gea. Este fue el inicio de una edad dorada donde se puso de manifiesto su omnímodo poder, que quiso mantener aún a costa de engullir a cinco de sus hijos: Deméter, Hera, Hades, Hestia y Poseidón, hasta que su sexto vástago, Zeus, lo derrotó. Se trata de meros mitos, hechos protagonizados por seres sobrenaturales que han intentado aclarar los aspectos más importantes de la vida humana y acaban manifestando que ni siquiera los dioses fueron eternos y que las edades doradas no han durado para siempre.

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