Campo chico

Alberto Pérez de Vargas

En estos tiempos que corren

Da gusto ver el despegue del nuevo equipo de la Autoridad Portuaria, espléndidamente liderado por Gerardo Landaluce. En el marco de los desayunos empresariales que organiza la Cámara de Comercio, que preside Carlos Fenoy, en compañía de la flor y nata del tejido empresarial del Campo de Gibraltar, el presidente de la APBA, ha presentado este jueves ese ¡aquí estamos, esto es lo que queremos y así vamos a hacerlo!, que debiera ser una declaración de obligado cumplimiento para cualquier institución, pública o privada.

Atravesamos un período electoral, conjugando el aquí mismo con el más lejos del allá. Tal que así, reconforta contemplar a la plana mayor de una empresa hablar profusamente de sus proyectos y de cómo afectar a su entorno natural. ¡Ay –me dije– qué bueno que sería oír decir algo semejante a los partidos políticos! Más allá de los buenos deseos envueltos en ensoñaciones y bellas palabras que componen los mítines. Bien está que nos canten milongas y nos llenen de proclamas pero, por más que lo hagan, ese personal se sabe receptor de los beneficios derivados del verdadero progreso, que no es sino el fomento del trabajo y de la productividad, y la creación de riqueza.

El personal se sabe receptor de los beneficios derivados del fomento del trabajo y de la productividad

En un oportuno artículo (La comarca, 12/05/2019) se lamentaba el director de este periódico, Javier Chaparro, de las carencias que en lo que a proyecto de futuro se refiere tienen las alternativas políticas que se nos ofrecen: “Quien haya tenido la paciencia de hacer una lectura, aunque sea en diagonal, de los (escasos) programas electorales presentados hasta la fecha habrá podido comprobar la inexistencia de referencias a nuestra condición de ciudadanos campogibraltareños”. Tal vez las legiones de asesores que prestan sus mentes a los voceros tengan por mejor, hacer de cuenta cuentos que referirse a las ideas, a los modelos y a los proyectos. Si así fuera, habría que ir pensando que la gente se mueve en función de impresiones superficiales y de sensaciones, en lugar de apoyar con su voto a aquel proyecto que estima bien estructurado y acorde con sus pareceres y deseos.

Contaban hace ya mucho en el diario bonaerense Clarín que en una visita a Suecia de Otelo Saraiva, uno de los líderes de la revolución portuguesa de los claveles, éste le dijo al dirigente socialdemócrata sueco Olof Palme, que ellos en Portugal querían acabar con los ricos. Con esa frialdad escandinava tan característica, Palme respondió: “Nosotros, sin embargo, lo que hemos hecho es acabar con los pobres”.

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