Campo chico

Alberto Pérez de Vargas

Un tiempo para Regino Martínez

“Ese nombre que yo he oído pronunciado con veneración y respeto, bien merece que no se lo lleve el viento”

Retrato de Regino Martínez Basso.

Retrato de Regino Martínez Basso.

Regino, el gran violinista algecireño, no consiguió, a pesar de su virtuosismo y de su relevancia en el panorama musical de su tiempo, cambiar el modo de referirse a la calle Ancha. Tampoco lo logró el rey conquistador Alfonso XI de Castilla con la calle Convento, ni el gran estadista malagueño Cánovas del Castillo con la calle Real. Sin embargo, el tramo alto de ésta asumió su nueva denominación cuando se cambió a José Antonio. Después, tras un par de cambios, el nombre se consolidó y la gente sigue llamándola José Antonio. La calle Real unía la plaza alta con la plaza baja; es decir, era el cauce viario natural entre la pequeña meseta, elevada (oficialmente) diecisiete metros sobre el nivel del mar, y el primitivo y variopinto mercado de pequeños puestos cercano a la orilla por donde se desembarcaba el pescado.

Me temo que el inalterable nombre de Ancha, para la que tal vez sea la calle más nombrada de Algeciras, ha oscurecido aún más de lo que cabe esperar de nuestro modo de ser, el conocimiento popular de Regino, añadiéndose a las vicisitudes por las que pasó este gran músico, que pudo alcanzar mucha más importancia de la que tuvo si las circunstancias le hubieran sido más favorables. Su bondadosa actitud hacia su pueblo y su gente, el amor y respeto que sentía por su madre y la poca salud de que gozó cuando aún tenía tiempo por delante, fueron factores que se pusieron en contra de una ejecutoria que habría merecido escalar más altas cotas, no siendo, en todo caso, de menor estimación las que alcanzó. Frente a la casa en la que nació Regino, el día 4 de febrero de 1845, estaba el Teatro Principal con su espectacular fachada que, como tantos otros edificios carismáticos, desapareció. Mucha suerte hemos tenido con que la casa de nuestro gran músico, de típica hechura, gracias a su familia se haya conservado. En sus bajos estuvo La Palma Real, establecimiento histórico de pastelería, panadería y golosinas, y la suerte ha continuado al ser sustituido a su cierre por una Tasca diseñada con un gusto excelente, cuyos promotores han llamado, con gran acierto, El Violinista.

Regino vivió un tiempo convulso, cuando las ideas liberales que dominaron el cambio de siglo, del XVIII al XIX, iban siendo afectadas por los brotes revolucionarios de inspiración marxista. Precisamente el Manifiesto del Partido Comunista nace poco más tarde que Regino, en 1848. Su redacción había sido encargada un año antes, a Karl Marx y Friedrich Engels, por la Liga Comunista, una organización secreta internacional ubicada en Londres. Cuando Regino tenía veinticinco años, el músico malagueño Antonio José Cappa lideraría la iniciativa de un grupo de notables de la ciudad, creando la Sociedad de Conciertos Clásicos, de la que un año después surgiría la Sociedad Filarmónica. Cuando en abril de 1871, esta sociedad asume la responsabilidad de formar músicos, nombra a sus dos primeros profesores: el pianista Eduardo Ocón Rivas, nacido en Benamocarra (1833), que se ocuparía de enseñar solfeo y piano, y Regino Martínez Basso, que se encargaría de las clases de violín. Siendo pues muy joven, nuestro paisano alcanza una cierta estabilidad profesional en un ámbito prestigioso no sólo en Andalucía sino en toda España. Por entonces se consolida la llamada Comuna de París, un movimiento popular insurreccional y socialista, que permanece vigente entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871, gobernando la capital de Francia y significándose en el que bien puede ser considerado primer gobierno comunista de la historia; se decretaron la autogestión de fábricas, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias a albergar las asambleas de vecinos, la remisión de alquileres impagados y la abolición de intereses de deudas, entre otras muchas acciones de semejante acento sociopolítico.

Juan Carlos Ocaña se ha propuesto hacer en estos luminosos aledaños portuarios, un altar para la música

En el número 3 de la admirada revista Almoraima (págs. 87-90); cuya existencia, como la del Instituto de Estudios Campogibraltareños (IECG), es una de las mejores cosas que nos han pasado; hay una nota biográfica de Regino, redactada por Cristóbal Delgado Gómez, que fuera Cronista Oficial de Algeciras por más de cuatro décadas, desde 1962 hasta su fallecimiento en 2006, y al que se deben numerosas obras sobre nuestra ciudad y otras importantes iniciativas. De esa nota extraigo el siguiente párrafo, que se refiere al año de nacimiento de Regino, muy ilustrativo de la época en que se sitúa: “Mediaba el siglo XIX, nuestra ciudad entonces levantaba el vuelo de su futuro presentido con un esfuerzo sobrehumano; aún no hacía un siglo que había obtenido sus credenciales como municipio, y todo se hacía difícil. Todavía no se había construido el puerto, ni se había establecido el ferrocarril, ni la explosión gozosa de su feria había llamado a las puertas de su fama. España estaba terminada, y Algeciras era sólo un anhelo. La Historia y la Geografía, en una alianza de ambición y de pólvora, la habían hecho y deshecho muchas veces, como un juego de naipes, como un castillo de arena. Ahora éste sería, por fin, su último intento”.

El semanario El Último Telegrama, cuya Redacción estaba en el número 9 de la Plaza Alta (entonces de la Constitución), dedica gran parte de sus cuatro páginas del día 2 de febrero de 1901 (salía los sábados) al fallecimiento “en la noche del domingo 27 de enero de 1901” del gran violinista. Cabe destacar la carta abierta al alcalde Manuel Pérez Santos que firma José Román, notabilísimo y polifacético artista, también algecireño, autor de obras extraordinariamente significativas para la ciudad. En ella resalta, refiriéndose al músico, que “su talento, su prodigiosa habilidad, su eficaz concurso estuvo siempre pronto á remediar las desgracias de su pueblo, sin regatear momentos”. Decisiva sería la carta para la decisión que pronto tomaría el Consistorio, de llamar Regino Martínez a la calle (entonces Sagasta) donde nació y murió. Refiriéndose al nombre escribe: “ese nombre, Señor Alcalde, que ha constituido por muchos años todo su programa de satisfacción y orgullo para Algeciras, ese nombre que yo he oído pronunciado con veneración y respeto por gente extraña bien lejos de su tierra honrada por él, bien merece que no se lo lleve el viento ni lo olviden los que vengan detrás de nosotros”.

El Cubo de la Música, que fuera diseñado por el arquitecto algecireño Enrique Salvo Medina, para ser oficina de turismo de la Junta, se ha propuesto de un tiempo a esta parte, bajo la sabia dirección de Juan Carlos Ocaña y la colaboración extraordinaria de unos pocos y en particular, de los admirables artífices del IECG, hacer en estos luminosos aledaños portuarios, un altar para la música. Carlos M. Gómez de Avellaneda B. ha publicado no hace mucho, un espléndido trabajo que debieran conocer todos los algecireños y, particularmente, los que se interesen por esa gran persona que fue Regino Martínez, del que ahora se celebra el 175 aniversario de su nacimiento y pronto se conmemorarán los ciento veinte años de su muerte, en ambos casos en su casa de la calle Ancha. Me refiero al artículo El intérprete y compositor algecireño Regino Martínez Basso (1845-1901) [Almoraima (50), abril 2019, pp.121-128]. A todos los mencionados y a algunos más se debe la actualización de esta importantísima figura de la música.

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