EN el término medio está la virtud. Dicen. Y posiblemente sea verdad. Lo difícil es definir cuál es el término medio. Definirlo y encontrarlo, porque con esto pasa igual con el famoso punto G, que dicen que existe, y más de uno presume de haber dado con él. Alegría para el cuerpo.

Pero volvamos al término medio, que no es la mitad matemática, ni geométrica, ni volumétrica. Es el punto de encuentro de los que quieren encontrarse, claro está. Muchas veces, esto no resulta fácil. Por ejemplo, y para entrar en materia, veamos lo que está ocurriendo con la financiación autonómica. Todo el mundo habla de la media. No hay un solo Gobierno regional que no haya dicho que no aceptará un sistema de financiación que le garantice estar por encima de la media. Se supone que ésta es la media aritmética pero, para que lo tengamos claro no es la resultante de dividir por dos la mayor y la menor, porque eso sería sólo la media entre dos. O sea, que el tema es más complejo, pero existe la fórmula matemática para conseguirlo, sobre todo porque hay ahora unas maquinitas que te lo bordan.

Pero claro, el problema es que si todos quieren, queremos, estar por encima de la media es imposible que haya media. De forma que, visto así, el acuerdo, es decir, el término medio, parece imposible. Sobre todo porque esto no es sólo un tema de números, que también, sino que a las sumas, restas y divisiones, hay que unir una serie de criterios de difícil cuantificación. Porque, ¿cómo se calcula el prurito político o la necesidad de vender un triunfo a tu electorado? Además, los pruritos son siempre subjetivos, y eso que, para unos, es un triunfo, para otros es un fracaso. Porque siempre hay quien quiere ser más que los demás, y otros, como es lógico, no están dispuestos a ser menos. Y es que, luego, todo esto hay que explicarlo, cosa difícil en cuestiones como éstas, en las que tan importante como el dinero es el prestigio.

Difícil coyuntura, cuando todos los protagonistas se miran con recelo. Es muy socorrido decir que el mejor sistema es el que deja a todos descontentos pero a ninguno desgraciado. Lo que pasa es que todos sabemos que, al final siempre habrá unos más contentos y otros más desgraciados. Por supuesto, que hablar de solidaridad, es como contar un chiste en mitad de un funeral. Cosa que hay muchísima gente que hace cuando no es doliente directo, pero que nadie reconoce. Pero esa solidaridad, de la que es inoportuno hablar, es la única manera de encontrar el término medio.

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