En tenguerengue

Pedro Sánchez es la viga del PSOE, la viga en el ojo, sí, pero de cemento armado

SÁNCHEZ agradeció el tono de moderación al Santiago Abascal que acababa de espetarle: “Es usted un mentiroso, un estafador, un charlatán y una persona sin escrúpulos, un villano”. Pedro Sánchez lo hacía para subrayar que Casado había sido más duro, pero era sincero y fue muy significativo. Porque su gran virtud es su resistencia rocosa, su rostro de cinismo armado. No es virtud sólo por necesidad: es lo que exige su partido.El PSOE, la pata más importante de este pacto, está en tenguerengue y requiere una viga, aunque sea en su ojo. Se le nota en su nombre. Se le cayó la S de socialista con Felipe González, que renegó del marxismo. Eso estuvo muy bien, pero luego se pasó, más que a la economía de mercado, al mercadeo y al pelotazo. Ahora Podemos ha aparecido para rellenar ese vacío. Insufla al PSOE una nueva ideología, el bolivarismo, que, como vimos ayer, Sánchez abraza con entusiasmo.

En el 89, con la caída del Muro de Berlín, se les fue, rodando, la O de obrero. El Muro caía porque las clases trabajadoras del mundo libre habían optado por la propiedad privada y por su aspiración a ser clase media. Hay un resentimiento subconsciente de la izquierda contra esos trabajadores de verdad, del que éstos se están percatando. Por ahí se le van votos a mansalva al PSOE que trata de compensar con las identidades, las múltiples minorías y tirando de la memoria histórica.

Por último, la E de España también llevaba muchos años despegándosele al PSOE por la esquina noreste. En esta investidura la ha vendido barata a los nacionalistas. La bilateralidad entre el Gobierno y la Generalidad es la entrega de las llaves. Ahora el socialismo se concentrará en “el libre desarrollo de las identidades nacionales”.

Sin su S, sin su O, sin su E, sólo persiste la P del Partido, que no es más que la P de su presidente Pedro, esto es, la del poder y del “psch” a cualquier socialista que rechiste a su persona. Predominará la P del personalismo sobre la división de poderes, la de los pactos frente a la Constitución y la del populismo contra las instituciones.

Sobre la pata única de la P de Pedro, por muy de hormigón que sea el hombre, el Gobierno estará en tenguerengue. Es difícil que un tentetieso genere mucho entusiasmo entre los votantes y caerá con estrépito antes que tarde. Lo malo es que lo hará, ay, sobre nuestras cabezas. Y que se sostendrá –mientras tanto– sobre nuestros riñones.

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