Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El talento y el talante

Lo más extraordinario es que Illa no marcha a Cataluña debilitado por su gestión, sino impulsado por su talante

A falta de talento que brille el talante. El principio, así formulado, se abre paso en la crispada vida política española. El caso del ya exministro Salvador Illa es paradigmático. Tras un paso por el Ministerio de Sanidad, del que hablan los datos que deja tras un año de gestión de la peor emergencia sanitaria a la que ha hecho frente España, se le encomienda la candidatura socialista en unas elecciones catalanas en las que el país se juega otra vez su cohesión nacional. ¿Se le libera para la tarea de domesticar el separatismo catalán por su talento? No, por su talante. Es el único activo que puede exhibir tras su paso por el Gobierno de España. Nadie le puede negar que, tras ese aspecto de cumplidor jefe de negociado, se esconde un hombre de ademanes moderados, que no le hace ascos a dialogar ni a ponerse en la piel del otro. Eso, dado lo proclive que somos al grito y al improperio, llama la atención. Pero más debería de llamarla la desastrosa situación en la que abandona la dirección de la política sanitaria nacional, en la que ha sido incapaz de ejercer siquiera una coordinación mínimamente eficaz de las comunidades autónomas. Ha dejado que cada una vaya por su lado. Es cierto que no se lo han puesto fácil, pero su gestión la vemos reflejada en el reguero de malos datos que nos golpea cada día y en el hecho de que somos uno de los países europeos que peor lo están haciendo.

Lo más extraordinario del caso es que Illa no se va a Cataluña con la sensación de salir del ministerio debilitado, sino todo lo contrario. La encomienda electoral le viene porque como titular de la cartera encargada de contener la pandemia ha ganado el peso político y la popularidad que no tenía. Y ello debido exclusivamente a que no grita para descalificar a sus rivales y a que ha acumulado horas de televisión y titulares en los periódicos. Las encuestas parecen reconocerle que con ese equipaje va a ser capaz de competir con alguna ventaja. Sus rivales parecen reconocerlo porque el principal empeño de todos los que se la juegan el 14 de febrero es contrarrestar lo que se ha dado en llamar el efecto Illa.

Mal le va a un país cuando el talento deja de contar y trayectorias como la del ministro saliente se convierten en un mérito en vez de un demérito. Así nadie debería extrañarse del nivel de nuestra política y de nuestros políticos.

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