Cambio de sentido

Al súper con el 'tupper'

De tener un uso moderado, los plásticos comenzaron a suplantar a cualquier tipo de envase

Vaya que si me acuerdo de cuando abrieron en el pueblo el primer súper! Lo abrió mi tía Manoli, que hasta entonces vendía frutas y hortalizas en la plaza. Causó frenesí, más que la Virgen, que a una vecina se le presentó en el rellano de las escaleras de su casa -eso dijo-, concediéndole del don de curar a cambio de la voluntad. Era tal el furor en el supermercado que me ofrecí a ayudar por las tardes. Con una pistolica, disparaba la etiqueta con el precio al corazón de los botes de Farala. José, el cajero, tecleaba los precios a mano en una novedosa caja registradora, mientras cantiñeaba Dame veneno, de Los Chunguitos. Éramos realmente felices.

Fue entonces cuando aparecieron en las casas tantas bolsas. Les dábamos sus segundos y terceros y enésimos usos; en los pueblos hasta hace poco la economía era de suyo circular. Pero dejamos de ir a Casa Leo o a Casa Marti con el canasto lleno de cascos de las litronas, como solíamos, o de recoger el pan en la talega, los aliños en papelinas y los fideos en papelones, los huevos en la cesta y la fruta en cajas de mil pares de usos, que es donde no se aplasta. El detergente se vendía en un tambor. De tener un uso moderado, los plásticos comenzaron a suplantar a cualquier tipo de envase.

De aquí pasamos al "Señora, que si quiere bolsa". De plástico, la mayoría de las veces. Y a qué precio. Y ya no te devuelven el dinero cada vez que llevas los cascos al contenedor. Ahora, el nuevo Real Decreto de Envases y Residuos de Envases permite meter fiambreras en el súper para comprar productos a granel. Van muy tarde: para ir al mercado, hace mucho que desenterré el canasto de batalla, y que llevo mis táperes y mis tarros para traerme pescado, lentejas, carne o buenos caldos. Sólo me falta ir con la bota de vino. Me malicio que el impacto en el súper de la presencia de fiambreras será relativo; el granel hace tiempo que se sustituyó por las monodosis, pequeñas fracciones de productos para singles, plastificadas, por supuesto, con las que sale el kilo de lo que sea a precio de caviar. Desde el 1 de enero, en España se paga un impuesto al plástico, pero, ¿quién lo paga realmente?

En el Pacífico -ya lo saben- hay una gran isla de plástico, hecha de desechos, válgame la paradoja. Pero el Pacífico no está lejos: hay microplásticos hasta en las placentas que envuelven a los nuevos hijos. Rehago la pregunta: ¿quién paga el gran peaje del plástico sobre nuestra salud y el medio ambiente?

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