Más o menos como siempre

La región con la más boyante burguesía es hoy imperio de charnegos y pista para una izquierda desnortada

No sé yo si alguien podía imaginar que viviéramos en España una situación como la planteada por el nacionalismo catalán. Y eso que hemos pasado por el largo y terrible proceso del terrorismo etarra. Yo invitaría al lector, para mejorar su ánimo, a leer con tranquilidad la historia de la Primera República Española, si es que no lo ha hecho, o a que acuda a cualquier de esos portales de la red para una visión rápida. Comprobaría hasta qué extremos puede llegarse en esa especie de paranoia colectiva que convierte a los individuos en borregos de una causa imaginada. Vista a distancia, el sinvivir a que nos sometieron los políticos republicanos en su primer, y gracias a Dios, breve ensayo, puede resultar hasta cómico.

No tendríamos espacio ni siquiera para hacer un pequeño apunte de tanto como sucedió. La bandera tuvo por entonces en su sobrepuesto escudo nacional una corona de quita y pon, pero no se alteraron sus viejos colores, rojo y gualda. En el escaso bienio republicano (febrero 1873-diciembre 1874), se le quitó la corona y luego ya, extinguida la república, se volvió a colocar. En la Segunda República se adoptó el color morado, debiendo haber sido el rojo carmesí, que, en definitiva, seguramente habría permitido que nos ahorráramos el exhibicionismo de la progresía y demás tribus afines. Este segundo ensayo nos dejó a las puertas de habernos constituido en avanzada de los países satélites de la entonces oronda Unión Soviética. El afán por fragmentar España, en el que tanto empeño pusieron los políticos de la primera (había, por ejemplo, dos Estados andaluces, "Andalucía Alta" y "Andalucía Baja", cuatro provincias a un lado y cuatro al otro), se tornó, en la segunda, sumisión al marxismo-leninismo; la gran iniciativa de Stalin que se llevo por delante a muchos millones de personas.

Gran parte de la sociedad vasca sirvió de soporte al terrorismo y el nacionalismo vasco le sacó una gran rentabilidad al terror y a la extorsión. Sin embargo, el nacionalismo catalán se ha autodestruido. La región española con la más boyante burguesía se ha convertido en imperio de charnegos y en pista de aterrizaje para una izquierda desnortada que no sabe ni cuál es su sitio ni hacia donde debe mirar para encontrarse a sí misma. Pero ya no pueden meter la marcha atrás. El Gobierno está haciendo lo que tiene que hacer, eso sí con esa falta de autoridad que desde hace años invade a la sociedad española.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios