Como si de un gigantesco ente formado por la suma de infinidad de individuos se tratase, el pueblo argentino se ha echado a la calle henchido de felicidad ante tan -para ellos- extraordinaria victoria de su selección de fútbol en Catar. Por supuesto los gobernantes alentaron el repentino fervor patriótico declarando festivo un día laborable para que la gente festejase como se merece el triunfo de la Albiceleste. Lo curioso del asunto es que no están los argentinos precisamente para fiestas.

Es consenso entre los economistas el considerar a Argentina un país inmanejable e ingobernable cuya única salida parece ser la dolarización y la eliminación del Banco Central. No es más boyante su situación política lastrada por la corrupción, el nepotismo y las decisiones populistas que hunden cada vez más en el hoyo a un país pródigo en riquezas naturales que con una buena gestión se situaría entre los más prósperos del continente.

Si consideramos que la potencialidad de América era muy similar en los dos hemisferios y por tanto no debería haber razón alguna que justificase la brutal diferencia entre la riqueza y el poderío de Norteamérica y la pobreza y el subdesarrollo del territorio de Sudamérica justo hasta la frontera del Rio Grande en el norte de México. La única discrepancia entre ellas fue la colonización a la que fueron sometidas por los europeos. Mientras que la fórmula española de colonizar fue la de empresarios individuales que mediante contrato con el soberano se convertían en concesionarios de la explotación de una determinada tierra descubierta o por descubrir, el modelo anglosajón fue el de una secta religiosa minoritaria perseguida en la metrópoli, cuyo arquetipo es el de los 102 puritanos que embarcaron en el Mayflower para llegar a Nueva Inglaterra donde más tarde se les unirían unos veinte mil correligionarios que formaron el núcleo demográfico originario de los Estados Unidos. Los emigrados ingleses eran en su mayoría agricultores que trasplantaron al otro lado del Atlántico su modo de vida europeo. Eran autosuficientes y por tanto su relación con los habitantes nativos fue nula. Los rechazaban y los alejaban de ellos y cuando podían los aniquilaban. En cambio, los españoles fueron a las "Indias" en busca de metales preciosos. Necesitaban a los indios como mano de obra y esta fue la razón de que no destruyesen totalmente a la población aborigen. El sometimiento mediante la "evangelización" fue el sutil método que reemplazó al uso abusivo de las armas. En Estados Unidos y Canadá se reimplantaron la sociedad y cultura europea del XVII mientras que las colonias españolas y portuguesas evolucionaron con una población heterogénea, enormes desigualdades sociales y una inestabilidad política que se prolonga hasta la actualidad. Lo peor que le pudo pasar a Argentina y el resto de colonias fue que las abandonaran los españoles.

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