St. Rémy

Francisco Linares

En servicio a España

HE leído que Antonio Camacho, ministro del Interior, a pesar del tiempo que lleva en su cargo, aún no se ha trasladado a la residencia oficial que le corresponde en el ministerio. Al parecer, considera que, teniendo en cuenta el poco tiempo que falta para las elecciones, no le merece la pena el traslado. El síntoma es muy significativo. Camacho es uno de los hombres más cercanos a Alfredo y uno de sus más íntimos colaboradores. Ha sido su número dos en el ministerio cuando Alfredo Pérez era ministro de Interior y le ha sucedido en el cargo. Y sin embargo, no se cambia de casa. Es decir, no se cree que Pérez sea capaz de ganar las elecciones. No le merece la pena la molestia.

Verdaderamente, las encuestas predicen una victoria apabullante del Partido Popular, aunque yo no me fiaría de Rubalcaba. En las elecciones marcadas por los asesinatos del 11 de marzo, ya demostró que no era muy partidario de respetar las reglas de eso que llaman juego limpio.

En cualquier caso, creo que, en este momento, sería muy saludable que se produjera un cambio en el poder, y es que el PSOE, además de haber agotado su capacidad de gestionar los intereses de nuestro país, merece ser ampliamente derrotado. Y no crean que lo digo porque me esté dejando llevar por algún tipo de aversión o de antipatía hacia dicho partido. Mis razones son las siguientes: Zapatero es el peor presidente que ha sufrido la democracia española. Ha sido ineficaz, irrespetuoso, irresponsable, sectario, mentiroso. Zapatero no es un tipo mediocre, es un tipo desastroso, deplorable. Su actuación es merecedora de ser aborrecido, de ser detestado. Los españoles, durante estos años, hemos sido testigos de una gestión descabellada, disparatada, necia, que ha producido una situación catastrófica. Hace bastantes meses que muchos españoles sabíamos que seguir en manos del calamidad que nos ha gobernado iba a suponer caer por el precipicio. Y veíamos como nos acercábamos al despeñadero y sentíamos la impotencia de no poder hacer nada para evitarlo. Y hemos clamado, gritado, suplicado y los compañeros de partido del incapaz se han tapado los ojos, los oídos, la boca. Mientras los demás nos hundíamos, los del PSOE han preferido seguir aprovechándose de sus privilegios; y serviles, babosos y cobardes han mantenido al inepto gobernando en la zozobra.

Zapatero, el inútil, es culpable, pero más que él lo son los compañeros de su partido, los diputados de su grupo parlamentario, que lo han mantenido como presidente del gobierno. Ahora, da igual. El daño que Zapatero ha infligido al PSOE es de tal magnitud, que no importa si su candidato se llama Alfredo, Carme, Pepe o Manolo. Todos son culpables. La abulia, la cobardía de los dirigentes del partido socialista han permitido que la inutilidad de Zapatero haya producido uno de los mayores desgastes históricos del PSOE y, por ello, se merecen perder las elecciones.

A lo mejor es el único servicio que Zapatero le va a prestar a España.

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