Carlos Alberto Cuadrado Luque

Sensaciones

La fragancia del azahar al despertar la primavera no solo abre nuestros sentidos al cambio de una nueva estación, sino que en el cristiano, en el cofrade, es el pórtico a un cúmulo de sentimientos, recuerdos y sensaciones.

Hablar del estreno de tu primer traje, tu primer costal, el montaje de los palcos en la Carrera Oficial, el recuerdo de ese extraño sentimiento al vestir el hábito nazareno, la alegría expectante y el insomnio la víspera de un nuevo Domingo de Ramos, el primer toque de corneta de la Semana Santa, la bulla antes de llegar la Cruz de Guía, el olor de aquella pastilla quemada de carbón y la fragancia del incienso en tu primer incensario, el sabor de las torrijas que hacía la abuela, la inocencia reflejada en los ojos de la chavalería pidiendo cera, aquella lágrima que rompió mejilla abajo al encuentro con Jesús o su bendita Madre, los sones acompasados y emocionantes de las notas de una buena marcha, aquel estreno soñado durante mucho tiempo por los hermanos de la Cofradía, el rezo del rosario bajo la soledad de tu antifaz, la saeta que raja la noche, el deleite ante un rostrillo colocado con mimo y gusto exquisito, el titilar de una candelería totalmente encendida ante la ausencia de viento, el recuerdo de quien te llevaba de la mano para salir de nazareno, aquel nazareno mayor que lleva toda la vida acudiendo fiel a su cita con una nueva Estación de Penitencia, el silencio expectante…. es mencionar, tan solo, alguna de esas sensaciones que hemos experimentado y vivido alguna vez en el transcurrir de alguna Semana Santa.

Alejado de ese deseo acariciado por algunos de ordenar el discurrir de las Hermandades cual escenas de una obra de teatro, la Semana Santa es algo más atemporal, es el encuentro del ser humano con la historia de amor más grande jamás contada. Es el encuentro personal ante Jesús y su bendita Madre que nos ofrecen una nueva redención.

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