Cambio de sentido

La semana de las Fuerzas Armadas

Siempre hubo actos fuera del Día de las Fuerzas Armadas, pero esta vez el despliegue ha parecido especial

Esta columna -le siso la idea al querido Luis Sánchez-Moliní- tiene algo de carta al director. También de artículo local y de opinión sobre un asunto estatal. Qué largo se nos ha hecho el Día de las Fuerzas Armadas. Sobre todo a los vecinos de una Sevilla que, entre pompas castrenses, un superconcierto, la Feria del Libro y las populares y populosas cruces de Mayo, hemos sentido al borde del colapso. Ya el pasado martes, miles de viajeros nos eternizamos en los aeropuertos sin saber el motivo del retraso de nuestro vuelo a Sevilla. Que digo yo, señor Director, que al menos nos podrían haber avisado. El resto de semana se ha ido en un ¡ay!; cuando no era un cañonazo, eran unos cazas supersónicos o simulacros alucinantes a los que sólo les faltó una orquesta tocándonos las Valkirias. Como en el Mediodía el aje va a la velocidad de un Eurofighter, pronto comenzó a decirse por las bodegas del Arenal que tanta maniobra se debía a que Triana por fin había declarado la independencia, y en el barrio estaban aplicando un 155 en toda regla. Hasta hubo quien echó de menos en el desfile a la centuria macarena. El día grande fue, como saben, el sábado. Todo impecable, salvo el hilvanado de bandera, cuyo responsable supongo que estará pelando papas. Todos los cuerpos mostraron gran valor, así como las autoridades y el mando supremo. Hay que tenerlo para aguantar el tipo bajo nuestro sol. Fuertes medidas de seguridad protegieron el desfile de los ejércitos. A continuación, la corte sevillana hizo lo que le es propio. Hasta aquí el artículo local.

Vengamos ahora a la cuestión de fondo. Este año, el Día de las Fuerzas Armadas ha durado una semana y, desde luego, esta vez Rajoy no podría decir aquello de "mañana tengo el coñazo del desfile". No siento afición por los soldados -salvo por los legionarios rasos, que siempre me parecieron literarios y outsiders-, pero quienes gustan de los cacharros de guerra y las historias de la mili se lo han tenido que pasar bomba. Siempre ha habido fastos más allá de su día específico, pero este año el alarde nos ha parecido especial. Hasta el momento, estos actos no habían concitado demasiado interés del público; sin embargo, ahora, la espectacularidad atrajo a multitudes. Con este gran despliegue en pleno corazón de la vitalísima Sevilla, ¿qué nos quieren decir? Busquen el revés de una posible respuesta en la cara de don Felipe VI cuando comprobó que aún no ondea sobre su cabeza, tan airosa como quisiera, la bandera.

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