Hoy se cumplen seis meses. Después de seis meses, quince millones de desplazados y quizás 40.000 muertos, la guerra del este de Europa ya no abre los telediarios. Solo sigue presente en el imaginario colectivo del mundo occidental porque ha disparado el precio de la energía, amenazado de hambre a muchos países pobres y puesto en riesgo la calefacción de los alemanes.

Según ACNUR, en este tiempo, seis millones de ucranianos han buscado refugio fuera y otros siete están desplazados dentro de sus fronteras. Rusia es quien más civiles ucranianos ha recibido, dado que las regiones prorrusas que la “operación especial” de Putin iba a liberar es zona de guerra permanente y la táctica rusa de arrasar sistemáticamente el territorio sobre el que ha ido avanzando muy lentamente en Ucrania oriental, tras su fracaso inicial contra el norte, expulsa a la población civil de manera irremediable. La sorprendente capacidad defensiva ucraniana, apoyada por armas occidentales cada vez más sofisticadas, le permite a su vez contraatacar en diferentes sectores, contribuyendo a la devastación total de esta zona.

No debe olvidarse que hay guerra en Europa, que a diario mueren civiles inocentes y que la comunidad internacional debe mantener su apoyo al lado correcto del conflicto. El presidente Putin ha vulnerado la legalidad internacional atacando a un Estado soberano que estaba ejerciendo uno de los derechos que le asisten: alinearse con quien más adecuado resulte para sus intereses particulares. Este es uno de los riesgos de la democracia y de los países libres.

Tiempo habrá para otros análisis, ya que el agredido tiene muchas tareas por delante para mejorar su calificación de “Estado parcialmente libre” en el discutido Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit (2021), donde Rusia figura como “Estado no libre”. O para progresar en el Índice de Percepción de la Corrupción, de Transparencia Internacional, que le otorgaba en 2021 la posición 122 de un total de 180 países analizados (correspondiendo a Rusia el puesto 136).

Hoy Ucrania es el Estado atacado, pese a las excusas nacionalistas y de presunta amenaza según Rusia, quien hace sentirse amenazados a sus vecinos. La ayuda occidental es devuelta por Putin amenazando con un frío próximo invierno.

“Estamos en guerra: esas cosas no son gratis” ha sido el mensaje de Josep Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores. El veterano político catalán, que desmontó la patraña indepe del “España nos roba” (Las cuentas y los cuentos de la independencia, La Catarata, 2015), sostiene que “Putin no quiere parar. Nuestro objetivo es que cuando llegue la hora de negociar, Ucrania llegue en las mejores condiciones”.

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