Santa Teresa

Extraordinariamente inteligente, fue una mujer adelantada a su tiempo

En el centro de Roma e inmersa en su caótico tráfico se encuentra la pequeña basílica de Santa María de la Victoria, una más entre la infinidad de iglesias de la capital romana, de no ser porque en los últimos tiempos recibe un continuo flujo de turistas merced al novelista Dan Brown que la dio a conocer en el libro -y la posterior película- Ángeles y demonios.

En la iglesia perteneciente a los carmelitas descalzos, se encuentra la capilla del cardenal Cornaro. Encargada a Gian Lorenzo Bernini, este eligió representar el episodio del éxtasis de la reformadora de la orden. Heredero del talento de Miguel Ángel, Bernini era un artista total y diseñó un espectacular espacio en que la arquitectura y la pintura servían de escenario al grupo escultórico que presidía la capilla: la figura de Teresa en el trance de ser traspasada por una flecha de oro en manos de un ángel, tal como ella lo describe en “El libro de la vida”: “Viale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón […] Al sacarle me dejaba abrazada en amor grande de Dios”.

Teresa yace tendida sobre una nube, abandonada, flotando entre los delicados pliegues de su hábito, con un pie al descubierto, la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, la boca entreabierta apenas esbozando un gemido y el pecho abierto extendido hacia adelante. Expresa una armonía y un placer deíficos, un orgasmo acrecentado por la santidad que se funde con el desvanecimiento de la llamada “pequeña muerte”. La obra como la vida de la propia santa, provocó cierto escandalo por su sublime combinación de lo real con lo místico y lo erótico.   

Mañana 28 de marzo, es el 507 “cumpleaños” de Teresa de Ávila y sorprende mucho, en esta época de furibunda exaltación del feminismo, el poco interés que las instituciones y en general la propia sociedad española demuestran en reivindicar la figura de una de las mujeres más notables de la historia.

Extraordinariamente inteligente, fue una mujer adelantada a su tiempo. A pesar de no haber asistido a ninguna escuela ni saber latín es la referente, junto a S. Juan de la Cruz, de la poesía mística y una de las cumbres de la literatura española. Fue censurada incluso por los suyos y siempre estuvo en el punto de mira de la Inquisición. Hasta 1970 le fue negada la dignidad de “Doctora de la Iglesia” aludiendo a su condición de mujer (obstat sexus, -el sexo lo impide-). Sus textos y su experiencia iluminan y dan sentido a la vida actual. Como diría la santa vivimos “tiempos recios” y ella debería servirnos de ejemplo.     

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