Las siete rotondas

No es que las rotondas sean perjudiciales sino que pensar en ellas supone aparcar el desdoblamiento

No deja de ser pintoresco el proceder de nuestros próceres en la vertebración viaria del Campo de Gibraltar con el resto de España. En lo que respecta a los caminos de hierro incorporando al tráfico, deshechos de tienta y trenes de varias manos que son causa del desconsuelo de viajeros impenitentes. Y en lo que atañe a la carretera hacia la capital, plantando rotondas con las que distraer al personal. No sé yo si nuestras autoridades locales están por la labor de aguantar a sus mayores, la desconsideración que guardan hacia la comarca, pero no se perciben movimientos que delaten la disposición firme a oponerse a tamañas agresiones. Eso de proyectar la construcción de siete rotondas para el único tramo de la N-340 y de todas las carreteras nacionales españolas, que aún conserva la ida y vuelta por el mismo cauce, es un insulto a la inteligencia; una condena a perpetuidad que debiera colmar la paciencia del personal.

El tren, de un tiempo a esta parte, falla más que una escopeta de caña. Lejos de aproximarse a esos que viajan al otrora próspero noreste, para dar coba a los separatistas y especies afines. La carretera de Algeciras a la Barca de Vejer acabará siendo algo parecido a un camino de tierra; sólo le faltan las rotondas para acelerar el propósito. Debe de haber una mano negra, tiene que haberla. Porque si no, no se entiende tanto desatino. Dice el refrán que el que no llora no mama y da la impresión de que nuestros administradores cercanos tienen sus glándulas de secreción interna controladas por sus mayores. Para mí que debieran atarse el cinturón o ajustarse los tirantes y plantar cara al proyecto de poner siete rotondas entre Algeciras y Vejer. Y no es porque las rotondas sean en sí mismas perjudiciales para el tráfico, sino porque pensar en ellas supone aparcar con secretismo y alevosía el desdoblamiento.

Las dificultades de todo tipo que se oponen al dinamismo portuario y al intenso tráfico de viajeros que se concentra; en determinadas épocas del año, sobre todo; en la comarca, favorecen la iniciativa de los grupos de presión, en el sentido de buscar soluciones adaptadas a sus intereses. Lisboa, por ejemplo, está no sólo más cerca de Madrid sino además más a mano en el océano. Y de Tánger o Gibraltar ¿qué quieren que les diga? No se trata, créanme, de un que viene el lobo sino de preocuparse por lo bien que se lo están poniendo para que venga y se quede.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios