Los románticos

Subirats parece que viene con más ganas. Lo que no queda claro es con ganas de qué. Ni cómo ni por cuánto tiempo

Si la semana pasada el Gobierno desautorizaba unas declaraciones del ministro de Consumo, señor Garzón, esta semana le toca matizar -llamémoslo así- al nuevo ministro de Universidades, señor Subirats, que ha sido llegar al cargo y pedir un referéndum para Cataluña. Bien es verdad que, con esta petición, el señor Subirats ha incrementado mucho el promedio de actividad de los ministros de Universidades (recordemos que el anterior se jubiló por estrés, sin saludar apenas el escaño). Pero, todo hay que decirlo, el comportamiento del señor Subirats recuerda un poco a los concursos de misses/misters, cuando ya con algo más de ropa, los candidatos exigían dulcemente la paz en el mundo.

¿Por qué los ministros de ahora se ofrecen como peticionarios en tareas, digamos, extraescolares? No nos queda muy claro. Recordemos que al señor Iglesias nunca se le vio más enérgico que cuando se levantó del sofá para dar una cacerolada antimonárquica. De modo que debe tratarse de una imperiosa necesidad generacional -que abarca varias generaciones-, y que no dudaremos en calificar de romántica. Hoy se cumplen años del nacimiento de Poe (el infortunado mozo de Boston llegó al mundo en 1809), y mañana hará ciento veintiún años de la muerte de Ruskin. Entre estas dos figuras podríamos situar el vertiginoso principado del individualismo. Poe, llevando el terror al precipicio humano de la locura y el delirio; y Ruskin, trayendo a la arquitectura el tonelaje moral, la arboladura mística del medievo. De aquello saldría, entre otras cosas, la ciudad-jardín de Ebenezer Howard, esto es, un socialismo de raíz cristiana, donde también militaría Gaudí, antes de que llegaran los movimientos de masas, con sus respectivas y ominosas revoluciones. A partir de ahí, advendrá "el hombre sin atributos" de Musil, el hombre hijo de la electricidad y el miedo, y no aquellas cabezas románticas que añoraban declamar su alta verdad, desde la cumbre de una montaña, como los personajes de Friedrich, o desde la Carrera de San Jerónimo, como nuestros audaces ministros, rubios príncipes impares.

Bien es cierto que esto también cabría interpretarlo de otra forma, que es la misma que, al parecer, adoptó el simpático ex ministro de Universidades, señor Castells, quien no parecía muy interesado en ejercer de prócer. Y claro, se dio de baja. El señor Subirats, sin embargo, parece que viene con más ganas. Lo que aún no sabemos es con ganas de qué. Ni cómo ni por cuánto tiempo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios