Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

El rey en la encrucijada

Pocos le auguraban la corona a Juan Carlos I cuando cruzó en tren la frontera portuguesa un lejano verano de 1948

El tiempo dirá si el rey Juan Carlos pasa a los libros de historia como el factótum de la Transición, el monarca reinante durante un largo periodo de paz y prosperidad o el anciano caprichoso empeñado en dilapidar torpemente su capital político. Y también, qué constituirá el grueso de su biografía y la nota a pie de página. Su figura, como tantas otras, será reinterpretada y estudiada desde perspectivas distintas, haciendo, una vez más, villano al héroe y viceversa; revisando méritos; convirtiendo en categoría la anécdota o derrumbando y erigiendo nuevamente su biografía. Y serán los ciudadanos los que decidan, personalmente, qué recuerdo les deja en la memoria.

Pocos le auguraban la corona cuando cruzó en tren la frontera portuguesa un lejano verano de 1948. Y menos que nadie, los entonces poderosos falangistas, que le recibieron cantando: "El que quiera una corona/ que se la haga de cartón/ que la Corona de España/ no es para ningún Borbón". Pero pasó el tiempo, se arrumbaron las camisas azules y los brazos en alto quedaron relegados a los teatrillos fascistas; y el desarrollismo le juró como sucesor de Franco a título de rey. Entonces fue la izquierda la que, en palabras de Santiago Carrillo, le motejó como "Juan Carlos I, el Breve". Muerto el dictador, sus partidarios dieron los últimos y torpes coletazos de un régimen agonizante y eligió ser Alfonso XII en lugar de Fernando VII. Recibió todo el poder y lo entregó ordenadamente -de la ley a la ley, como diseñó Fernández Miranda- a los españoles. Su Cánovas se llamó Suárez, y en lugar de malagueño fue abulense. Careció del gracejo y la oratoria de aquel pero le igualó en eficacia pues la estabilidad de la Constitución de 1978 supera a la de 1876.

No ha sido la de los Borbones una dinastía pacífica. La mitad de sus monarcas abdicaron. Algunos vergonzosamente, dos fueron expulsados y tres -Carlos IV, Isabel II y Alfonso XIII- murieron en el exilio. Don Juan Carlos, cuando menos, ya no vive en su patria. Dios dirá si muere en ella o en algún lejano emirato. El análisis de su persona y reinado no puede hacerse desde la visión cortesana donde al rey todo se le consiente. Ni tampoco desde un rechazo atávico a la monarquía. Pero ese equilibrio parece hoy imposible. Así que habremos de esperar, sin renunciar a la crítica libremente expresada. El rey es dueño de sus decisiones y los españoles de las opiniones que ellas les merezcan.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios