Quienes, quizás imbuidos de una cierta condición masoquista, decidimos soportar la sesión del parlamento catalán en que se debatía la investidura de un presidente vicario del cabecilla independentista fugado a Berlín", asistimos, cautivados, al excepcional discurso de la ganadora real de las últimas elecciones catalanas y líder de "Ciudadanos": Inés Arrimadas. En medio del ambiente más hostil posible (los secesionistas la odian porque es la única que les presenta batalla y los teóricos constitucionalistas la detestan porque encarna todo aquello que ellos debieran ser), Arrimadas desenmascaró con un lenguaje directo y sencillo al hitleriano títere que ejercía de adalid separatista: "Cuidado que vienen curvas, usted es un peligro para la convivencia", "Cataluña va de Guatemala a Guatapeor", "¿pero esto qué es? ¿quién se ha creído usted para mofarse de nosotros?" y, de paso, ha reprochado al resto de partidos su tibieza a la hora de afrontar tan grave desafío para la democracia española.

Viendo como desde la tribuna de oradores y a pesar de su aspecto frágil, fue capaz de doblegar a todo un parlamento, no pude por menos que rememorar a Teresa de Jesús, una singular mujer que de no ser por la supina incultura dominante en estos tiempos figuraría como ídolo indiscutible de quienes luchan por la igualdad de sexos. Teresa transgredió sin temor las leyes que en su época constreñían a la mujer, incumplió la prohibición de leer las Sagradas Escrituras y defendió la oración interior en contra de la obligación impuesta a las mujeres de leer y rezar en voz alta. Escritora autodidacta y voraz lectora que, aún no manejándose bien en latín, se interesó a la vez por las novelas de caballería y los libros de los santos, fue la autora de la primera autobiografía escrita en lengua vulgar ("Libro de la vida") y su arrolladora personalidad le facultó para abanderar dos revoluciones a la vez: la de su congregación (las Carmelitas Descalzas) y la de la literatura mística. En su novela "Y de repente, Teresa", el teólogo Jesús Sánchez Adalid nos refiere la persecución que, por su excepcionalidad, sufrió Teresa (y su obra) por parte de la Inquisición personalizada en el cardenal Rodrigo de Castro. El inquisidor tenía una obsesión particular con las mujeres que, como Teresa, caían en éxtasis o tenían visiones. Le preocupaba que fueran "alumbradas" (secta relacionada con el protestantismo). La santa de Ávila se desenvolvió siempre y a pesar de todos los obstáculos según su conciencia ("andaban los tiempos recios", solía decir) logrando salir victoriosa en su enfrentamiento con tan poderoso enemigo. Ojalá su remedo sea: "Y de repente, Inés". España necesita de una heroína que se enfrente al sistema como Teresa lo hizo con la Inquisición para que "la vida (deje de ser) una mala noche en una mala posada". Persevera Inés y que: "Nada te turbe, nada te espante…Todo se pasa".

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