Las empinadas cuestas

amparo / rubiales

La reforma

DESPUÉS del artículo de Juan José Millás sobre la muerte de Adolfo Suárez me había prometido no escribir sobre él, aunque considero que contribuyó, con otros, el pueblo español a la cabeza, a hacer posible la democracia. "No se fijen en lo que hemos dicho estos días de Suárez; fíjense en lo que hemos dicho de nosotros al hablar de él y comprenderán quizá por qué nos pasa lo que nos pasa", escribe Millás.

Pero la muerte de Suárez y la sentencia del TC sobre la declaración soberanista del Parlamento catalán tienen algo en común: nos invitan a que nos pongamos a la tarea de reformar la Constitución porque la España de hoy lo necesita como en 1978. Si entonces fuimos capaces, hoy podemos hacerlo también, pese a la oposición de aquellos que no la apoyaron y que ahora son los que más la sacralizan y se oponen a su reforma. Esta es hoy tan necesaria como lo fue entonces, hasta el TC lo indica.

La sentencia sobre la declaración soberanista catalana ha dicho, por unanimidad, dos cosas: una, que es inconstitucional porque la soberanía reside en el pueblo español, y dos, que el derecho a decidir no lo es, aunque ha de ejercerse dentro del marco constitucional vigente. "El derecho a decidir no es un derecho de autodeterminación, sino una aspiración política a la que sólo puede llegarse mediante un proceso ajustado a la legalidad vigente"; "la primacía de la Constitución no debe confundirse con una exigencia de adhesión positiva a la norma fundamental". Dialogar y reformar es lo que tiene que hacer la política; resolver los problemas políticos no es competencia judicial. Un Senado de representación territorial, si existiera, podría solucionar el conflicto.

Es ineludible reformar la Constitución por el problema territorial que tenemos, pero también por la crisis económica y política que sufrimos y porque la España de hoy no es la de hace 36 años ni sus necesidades tampoco. Una reforma federal es necesaria para dar un salto cualitativo que transforme la actual organización territorial. Somos "casi" un Estado federal, pero no lo somos y ese cambio hay que hacerlo, para, entre otras cosas, defendernos mejor ante Europa y proteger nuestro Estado de bienestar.

Un reparto competencial claro, una financiación autonómica suficiente, una estructura administrativa simplificada, un Senado para el dialogo y la negociación, con reconocimiento de la diversidad de nuestros territorios, manteniendo la igualdad, son muy necesarios ya.

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