Hace más de doscientos años, el Consistorio, junto con la Comandancia General del Campo de Gibraltar, dieron los primeros pasos para ajardinar el frente norte de la ciudad, germen del actual parque de María Cristina. El comandante general, José Canterac, fue impulsor del ajardinamiento de una amplia parcela rectangular diseñada según el modelo francés de parterres. Sus lindes fueron orilladas con eucaliptos, plátanos y álamos blancos traídos desde los viveros sevillanos de las Delicias de Arjona. Doce años después, en 1845, Pascual Madoz describió el parque como una veintena de jardines cercados y cultivados por ciudadanos de Algeciras, lo que motivó una serie de litigios que se sucedieron a lo largo de varias décadas, hasta un proceso de expropiación que concluyó en 1929. Fue entonces cuando tuvo lugar la actuación más trascendente, inteligente y hermosa sobre el principal espacio verde de la ciudad a lo largo del tiempo. El alcalde Emilio Morillas impulsó una profunda reforma del histórico paseo: se eliminaron los eucaliptos y los álamos del viejo salón y mantuvo árboles más adecuados a un jardín al que quiso dotar de una estética acorde con los postulados regionalistas hispalenses que entonces daban forma al parque de María Luisa. El regidor algecireño mantuvo los plátanos de indias y mandó plantar nuevos ejemplares a lo largo del viario decimonónico junto a jóvenes araucarias y palmeras canarias. Orilló sus senderos y la glorieta central de magníficos paneles de cerámica trianera y sembró sus paseos de elegantes farolas de forja que habían conocido tiempos mejores. Así se mantuvo hasta mediados del pasado siglo, cuando comenzó un preocupante proceso de decadencia. Primero se cercenó un tercio de su superficie para edificar en su fachada occidental, aprovechando la ejecución de la Avenida; tras el descubrimiento de los valiosos restos medievales de la puerta de Gibraltar, el flanco sureste fue integrado en la trama viaria de la ciudad, mientras otras reformas poco atinadas acabaron con los venerables azulejos sevillanos, que fueron sustituidos por copias seriadas. Con los años, sus parterres se han ido poblando de bustos y memoriales -unos más afortunados que otros- de personajes a los que no se les ha sabido encontrar otra ubicación más apropiada: poetas, médicos, cronistas, cantaores o generales han compartido espacio con modernas copias de antiguas pajareras, acotados conjuntos de bonsáis, relucientes surtidores de mamíferos marinos o desmedidas construcciones con funciones mingitorias.

En estas semanas se han iniciado las obras de una controvertida reforma del parque. Confiemos en que se mantengan las históricas frondas que tanta sombra han dado a ciudadanos en busca de solaz y de cobijo. Confiemos igualmente en que suene el agua, se pongan en valor tantos árboles de historia, se repristine el espacio y sea un lugar donde florezca nueva vida al amparo de un pasado que en este lugar forma parte de los troncos y las ramas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios