La realidad

Cuando llegue la crisis, que llegará pronto, nos pillará entregados a nuestras estúpidas polémicas de siempre

Ya está aquí de nuevo la realidad: dos funcionarios que caminan muy despacio, a paso de caracol, hacia su lugar de trabajo; un hombre muy delgado que fuma delante de una casa de apuestas; el autobús maniobrando entre un atasco frente a nuestra parada habitual; el señor mayor que llega arrastrando los pies al café de la esquina y pide un cortado y suelta un sonoro suspiro y se queda un buen rato embobado mirando el techo; los niños que pasan por la calle de la mano de sus madres, padres, tíos, abuelos, aburridos ya del largo verano y de las vacaciones que han pasado demasiado deprisa; la cola en el supermercado, la cajera ojerosa, los carritos llenos a rebosar, las miradas de hastío de los que hacemos cola… Sí, la realidad, eso que hemos intentado olvidar cuando nos hemos ido de vacaciones o hemos viajado al otro extremo del mundo buscando creer que la vida iba a ser muy distinta y que nunca íbamos a tener que volver a nuestra rutina de siempre.

Y luego, por supuesto, están los políticos. Todo parece indicar que se acerca una crisis que será mucho más devastadora que la anterior de 2008, pero ahí siguen ellos, tan creídos, tan seguros de sí mismos y tan ajenos a todo lo que no sea su cámara acorazada formada por aduladores y correveidiles que únicamente les dicen lo que ellos y ellas quieren oír (igual que en una gran empresa o en la corte de un rey absoluto). El juego del gato y el ratón entre Sánchez e Iglesias daría risa si no fuera porque hay mucha gente que confía -ilusa- en estos dos personajes de sainete (aunque ellos se creen personajes de un drama shakespeariano). Y si miramos al otro lado, donde el PP sigue con sus problemas de corrupción y Rivera sigue haciendo el tonto y Vox sigue con su política de matonismo histérico, dan ganas de coger los bártulos y de irse a vivir a otro sitio, a cualquier sitio, incluso a Tombuctú.

O sea que no nos queda más remedio que aceptar la realidad: los funcionarios que caminan muy despacio hacia su oficina, el autobús maniobrando en el atasco, el hombre que fuma delante de la casa de apuestas, los niños que caminan aburridos de la mano de sus padres o abuelos (uso el masculino genérico, ojo). Y cuando llegue la crisis, que llegará pronto -ojalá me equivoque-, nos pillará desprevenidos y entregados a nuestras estúpidas polémicas de siempre. La realidad, sí, nuestra triste realidad.

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