Soy un iluso. Siempre pensé que la transformación de Algeciras en una ciudad emblemática de Andalucía y de España llegaría desde el Llano Amarillo, desde la remodelación de esos espacios portuarios y su integración, a lo grande, en esta Algeciras de tetris urbanístico que hemos tenido que tragarnos para bienestar de concejales de Urbanismo y alcaldes mangantes.

Siempre imaginé en ese Llano Amarillo algo parecido a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. No sé, paranoias mías, siempre quise creer que alguien pensaría en Algeciras como una ciudad moderna y en evolución que camina con paso firme por el siglo XXI. Siempre quise ver ahí un Guggenheim como el de Bilbao, ese que ha transformado una ciudad portuaria negra y de carbón en una preciosidad que atrae cada año a millones de turistas de todo el mundo.

Ya ves, incluso llegué a imaginarme la asesinada playa de Los Ladrillos transformada en algo parecido al Parque Marítimo del Mediterráneo de Ceuta, el que diseñó César Manrique, y no en un lago marítimo en el que, si desaparecen los olores de fecales, los algecireños acabaremos aplaudiendo tan faraónica iniciativa (léase con ironía) sólo por el hecho de no dar arcadas a su recorrido.

Y es que he visto en estos días que la Autoridad Portuaria ha presentado ya su proyecto de nuevo edificio portuario, más puerto para el puerto, que es más de lo mismo. Más mazacote entre los mazacotes existentes en la otra orilla, "autosuficiente, eficiente, flexible, integrado, liviano e innovador", y feo, lejos de aquella ilusión de romper lo convencional y plantar en ese Llano Amarillo algo revolucionario, algo por lo que todos quisieran venir a vernos.

Yo soñé con la construcción de palacios de congresos, palacios de deportes, auditorios, miradores en altura de la Bahía, museos emblemáticos, lagos de agua salada limpia, bibliotecas gigantescas … no sé, equipamientos de nivel mundial para mostrar al mundo lo que es Algeciras, el inicio y el final de Europa, el puerto emblemático. Y, no, veo lo mismo de siempre, cajones urbanos y más puerto para el puerto.

Y Dios me libre de poner mínimamente en solfa el proyecto del arquitecto Manuel Matoses, para lo que no tengo ni formación ni intención, porque habrá ejecutado las peticiones que le llegaron, pero en esa propuesta que las autoridades hacen de transformación del Llano Amarillo no se ha tenido en cuenta que Algeciras está agotando los últimos cartuchos para convertirse en la ciudad que queremos los algecireños para nuestros hijos y nietos y que estamos viendo que, por desgracia, nunca llegará.

Eso sí, estos edificios serán súper ecológicos y así, con estas revolucionarias técnicas, ya vamos contrarrestando el benceno de medio siglo de la petrolera que llevamos en las venas, las cenizas radiactivas que nos cayeron de la factoría barreña y las toneladas de dióxido de carbono de su térmica. Tristemente, con su pan se lo coman.

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