El protectorado

Los independentistas llaman independencia a la voluntaria sumisión de un territorio a una potencia extranjera

Es de suponer que, en otra hora del mundo, los contactos del catalanismo con una potencia extranjera hubieran sido tildados de traición, con los inconvenientes propios de esta figura jurídica, tan literaria (véase el Tema del traidor y el héroe, de Borges). Se habla de tropas, de suministros, de reuniones furtivas con mafiosos y de los inevitables caudales necesarios para este tipo de caprichos. De lo que no se habla, misteriosamente, es de la servidumbre que dicho contrato implica y de las obligaciones a que se compromete el liberado con la generosa potencia libertadora. En este caso, una tiranía soft acaudillada por un ex miembro del KGB.

Todo esto lo sabemos por The New York Times, aunque el asunto de la injerencia rusa en el procés y en el Brexit ya se subrayó en su día. No vamos a insistir aquí el papel de la vieja policía zarista, la Ojrana, en la promoción del mito de los Sabios del Sión en el París simbolista de fin de siècle. Esto es, en la ominosa difusión del antisemitismo, que tanto éxito alcanzaría unas décadas después. Pero sí queremos recordar un episodio muy similar al del procés, ocurrido en noviembre del 38, cuando Luis Arana, el hermano de Sabino, pidió a Lord Halifax, del Foreing Office, ayuda para convertir el País Vasco en un protectorado, siempre que se les garantizara un corredor mediterráneo. La carta es fácilmente consultable, incluido un dibujo del corredor, hasta la desembocadura del Ebro, obra del Arana mayor, don Luis, y en el que se incluye tanto Navarra como el Iparralde. Un año antes, el nacionalismo vasco se había rendido en Santoña al ejército italiano. Pero lo curioso del asunto, tanto en el procés como en el protectorado vasco, es que los independentistas llaman independencia a la voluntaria sumisión de un territorio a una potencia extranjera. En este sentido, no debemos olvidar las simpatías del presidente Aguirre por el régimen nazi, a cuenta de su política racial. Lo cual nos trae a esta entrega de ahora al paneslavismo de Putin, cuyo amor por la democracias, europeas en mayor modo, es de sobras conocida.

De todo esto se colige algo que sabemos desde el inicio. Los nacionalismos vasco y catalán no persiguen la libertad de sus ciudadanos, sino la execración de una parte de la sociedad, que consideran racial y socialmente inferiores. O como resumía don Xabier Arzalluz, en frase inolvidable: "Prefiero un negro que hable euskera, a un blanco que no lo hable". Qué manera de odiar, tan elegante.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios