El 11 de febrero de 2013, el Papa Benedicto XVI no tenía programado ningún acto especial en su agenda. A las 11 de la mañana se reunía en comisión con sus cardenales para determinar las fechas de las ceremonias de canonización de los 800 mártires de Otranto (los supervivientes del asedio turco a esta ciudad del sur de Italia en 1480 que fueron decapitados por los otomanos al negarse a convertirse al islam), la madre Laura (la primera santa colombiana) y la madre Lupita de México. Al término de la reunión el Papa con voz fatigada y monótona leyó un texto de 22 renglones escritos en latín que anunciaron uno de los gestos más revolucionarios de la Iglesia. Benedicto XVI había tomado la sorprendente decisión de renunciar al pontificado al considerar que ya no tenía fuerzas para seguir desempeñando tan importante tarea. De entre todos los periodistas que solían asistir rutinariamente a las ruedas de prensa vaticanas, solo una chica italiana, Giovanna Chirri, fue consciente de lo que acababa de comunicar el Sumo Pontífice, al ser la única que dominaba la lengua oficial del Vaticano, esto es, el latín. Rápidamente llamó a su jefe y tras lograr convencerle de la veracidad de la información, consiguió que la agencia de noticias para la que trabajaba, ANSA, diese la primicia mundial de un acontecimiento histórico. Nunca tuvo más sentido el dicho que se suele aplicar a una persona muy espabilada además de ilustrada: "ese sabe latín". Sin embargo, salvo para esta docta corresponsal, el conocimiento del latín (o del griego, la filosofía, la retórica, la dialéctica y, en general de la mayoría de disciplinas que componían el Trívium y el Quadrivium, es decir, el currículum educativo de la Alta Edad Media) no sirve para nada, es el saber por el saber, sirve solo para aprender a pensar y, si acaso, comprender mejor al ser humano y su evolución a lo largo de la historia. Incluso dejando de lado el hecho de que el latín es el esqueleto de la mayor parte de lenguas que usamos en Occidente, su conocimiento (siquiera somero como el que se adquiría en el Bachillerato) aporta un punto de "calidad" sobre la enseñanza "practica" que se preconiza en la actualidad. Si viajando encuentras una placa en la fachada de un edificio con dos palabras: "Siste Viator" (Párate caminante) y no sabes latín probablemente prosigas tu marcha ignorando el mensaje que alguien dejó para llamar tu atención. Solo sabiendo latín podrás sorprender, por ejemplo, a los fanáticos del automóvil explicándoles que "Audi" es el imperativo del verbo "audire" (oír) y que es la traducción al latín de Horch, el apellido del fundador de la famosa marca alemana. Terencio escribió: "Homo sum: Humani nihil a me alienum puto" (Soy un hombre y nada de lo humano me es ajeno) y sobre esta frase se construyó el Humanismo. Al hombre debe interesarle todo lo que afecta a su vida, sin descuidar ni despreciar ninguno de los campos del saber. A lo que se ve, corren malos tiempos para el ideal humanista.

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