La chicotá

Marta Gutiérrez

La procesión va por dentro

Los cofrades siempre hemos dicho que cada Estación de Penitencia es diferente, aunque algunos piensen que hacemos lo mismo. Pero los cambios no van impuestos por estrenos, exornos florales, destituciones de capataces o quizás un rostrillo mariano de una u otra hechura.

Encaraba yo mi Domingo de Ramos con cierta amargura al no poder procesionar con mi hábito nazareno, que sólo me he quitado cuando he dado a luz…porque a una hasta le gusta parir en cuaresma. Este año estaba de Dios y su Santísima Madre que así fuera.

Ese día cuando llegué al templo y contemplé los tramos de nazarenos de mi hermandad, la pena me recorrió de arriba a abajo.

Pero las madres siempre dan lecciones de amor. Y Ella aún más. Vestí a una que la quiere tanto que no se pudo aguantar. Pude acompañar el coqueto contoneo de mi Reina del brazo de mi padre con la hermosa estampa en mi retina de una trasera “Bajo Palio”. Disfruté cerquita de los costaleros de mi Estrella, que son los pies y los corazones que Ella ha elegido tener. Se me fue la cabeza al pisar Jardines y escuchar al poeta del martillo, bendito sea, derrochar amor en cada palabra. Me embobé en sus perfiles acaramelados a la luz de una candelería perpetuamente encendida y que aun así mi hermano mayor del alma, que no de sangre, se empeñaba en seguir encendiendo. Regresé a mis orígenes con mi gente de hace muchos años. Compartí lágrimas con acólitos que la quieren tanto. Abracé a mi maestro en esto de poner alfileres. ¡Si hasta voté a mano alzada con los monaguillos si le dábamos la vuelta a la Virgen para seguir paseando con Ella!

Gracias Estrella. Mis estaciones de penitencia serán diferentes, pero siempre contigo y con los míos.

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