De entre todas mis lecturas, aquellas que más me marcaron y que, en cierta forma, influyeron en mi manera de percibir el mundo fueron las novelas de aventuras de mi adolescencia. "Miguel Strogoff", "La vuelta al mundo en 80 días", "Viaje al centro de la tierra", "Robinson Crusoe", "La flecha negra", "Colmillo blanco", "Ivanhoe", "Las aventuras de Dick Turpin", "A través del desierto" … todas ellas estimularon mi imaginación y me familiarizaron con asombrosas geografías e idealizados personajes muy alejados de lo que encontraba en mi vida cotidiana. Sin embargo, recuerdo que fue la odisea de un personaje real, el explorador polar Ernest Shackelton, la que dejó una huella más profunda en mi recién inaugurada experiencia de entusiasta lector. El libro que azarosamente cayó en mis manos tenía por título "La prisión blanca" y estaba escrito por el periodista estadounidense Alfred Lansing. Es el relato detallado de las peripecias de un grupo de hombres que, liderados por Shackelton, formaron parte de la Expedición Imperial Transantártica destinada a atravesar a pie por primera vez el continente antártico pasando por el Polo Sur. A bordo del "Endurance" zarparon de Plymouth rumbo a Buenos Aires donde setenta y nueve perros de trineo adquiridos en Canadá se unirían a los veintiocho hombres de la tripulación. En diciembre de 1914 partieron desde la isla de Georgia del Sur en dirección sur en busca del mar de Weddell. Pronto la navegación se ralentizó por la presencia de hielo y a mediados de enero quedaron inmovilizados por una banquisa de hielo. Pasaron meses atrapados en el hielo y derivando hacia el norte con la esperanza de poder volver a navegar con el deshielo primaveral. Sin embargo, los movimientos y rupturas de los témpanos provocaron vías de agua en el casco del "Endurance" que acabó hundiéndose en octubre de 1915. Durante seis meses permanecieron sobre una enorme banquisa de hielo flotante hasta que, al partirse en dos, embarcaron en los botes salvavidas en busca de la tierra más cercana. Los exhaustos expedicionarios llegaron por fin a la Isla Elefante y allí Shackelton tomó la temeraria decisión de recorrer en un bote los 1500 kms de aguas embravecidas que les separaban de Georgia del Sur. Gracias a la excepcional habilidad para orientarse con el sextante del capitán Worsley llegaron al lado norte de la isla y extenuados alcanzaron la estación ballenera del otro lado tras caminar 50 kms. Shackelton volvió con un barco a recoger a sus compañeros. La expedición perdió ningún hombre y pese a ni siquiera llegar a emprender el itinerario previsto, su proeza fue más celebrada que la conquista del Polo Sur por Amundsen o del Norte por Peary. Como ocurrió con el fracaso de la misión Apolo XIII, saber sobreponerse a las adversidades es más fascinante que el propio triunfo y, en el centenario de su muerte, hay que reconocer que en ello, Shackelton fue un maestro.

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