La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Los principios no cotizan en el PPResucitar

La relación del PP con sus principios no es fanática: al modo de Groucho Marx, si no les gustan, tienen otrosSi la noticia se adelanta no es culpa mía, sino de la primavera y de don Pedro Muñoz Seca, que la explica

Defenestrar a Pedro Antonio Sánchez como presidente de Murcia era cuestión casi de vida o muerte para Ciudadanos. Después de respaldar la investidura de Rajoy y votarle los Presupuestos del Estado, Rivera necesitaba a toda costa diferenciarse del PP. Golpearlo con aquello que pretende ser la seña de identidad de Rivera: la regeneración de la política.

Ahí Sánchez se presentaba como víctima propiciatoria, sobre todo porque firmó expresamente en Murcia -y lo reiteró de forma verbal y solemne- que dimitiría si era imputado, y lo ha sido en el caso Auditorio, y porque un juez de la Audiencia Nacional acaba de pedir su encausamiento por otro escándalo que le relaciona con la Púnica, una de las tramas más señeras de la corrupción marca PP. Ciudadanos se cobró la pieza el martes.

Con lo cual el PP demostró una vez más que en cuestión de principios no es nada fanático. Todo lo contrario: es sumamente flexible. Ha estado cuarenta y cinco días defendiendo el principio constitucional de la presunción de inocencia aplicado a Pedro A. Sánchez para, al final, plegarse al chantaje de Ciudadanos (que, por cierto, viene de impulsar una proposición de ley para que los altos cargos no tengan que dimitir al ser simplemente imputados, sino cuando se les abra juicio oral, lo que me parece más adecuado y justo). En cuanto comprendió que Ciudadanos iba en serio y que el poder en Murcia estaba en peligro cierto e inminente, el PP se olvidó de sus principios. De un día para otro.

Esta vez no le ha servido a Mariano Rajoy su táctica de la dilación, esa habilidad suya para no moverse, enfriar los problemas y aguardar a que el adversario se mueva y se equivoque. El equivocado en Murcia ha sido él desde el momento en que para alcanzar el gobierno de la Comunidad permitió un pacto con Ciudadanos que obligaba al presidente Sánchez a dejar de serlo si resultaba imputado por corrupción.

Más sobre principios. Se acordó en el congreso del PP que los altos cargos del partido no sean también altos cargos del Gobierno, pero la primera que incumple los estatutos es Dolores de Cospedal, ministra de Defensa y presidenta del PP castellano-manchego. Ahora obligan a cumplirlos a los presidentes del PP de Jaén y Córdoba, pero no al delegado del Gobierno, Antonio Sanz, presidente de Cádiz. Todo es cuestión de poder y correlación de fuerzas internas. No de principios, que cambian según convenga.

ESTE artículo, en estricta liturgia, debería publicarse el domingo que viene, lo que, además, me habría permitido leer el último libro traducido de Bobin, que acabo de comprarme y que se llama Resucitar. Si me adelanto, no es culpa mía, sino de la primavera, que empuja, y de don Pedro Muñoz Seca, que lo explica.

Siempre me dio cargo de conciencia vivir con tanta alegría la Semana Santa, de nuevo contra la liturgia. Una cuarteta de Muñoz Seca me la calmó definitivamente: "Virgen de la Macarena,/ ponte la cara bonita/ que ya sabemos to er mundo/ que el Domingo resucita". La Pasión, como conocemos su final glorioso, no puede ser un tiempo de desesperación ni de desesperanza. Y ese final lo anticipa, con exuberantes spoilers de todos los colores, la primavera.

Quizá en latitudes más septentrionales, la explosión de la primavera esté mejor sincronizada con el Domingo de Resurrección, como sería exacto y pedagógico. Al sur, la primavera se adelanta en la celebración, como Pedro Muñoz Seca le propuso a la Virgen de la Macarena. Mi jardín y los campos son ya una glosa al dogma de la resurrección, un himno y una incitación a creer y a ponernos la cara bonita.

Han corrido como nunca las corregüelas. Aunque ruborizadas por tanto adelanto, las que han florecido en las cunetas que me llevan a mi trabajo, son moradas, para no dejar de inclinar, ritualmente, su cabeza a la Semana Santa. Luego, están las hojas verdes, ese empujón que, de la noche a la mañana, metieron los pitosporos, el alcornoque y el quejigo. Qué maravilloso verde nuevo el de las hojas de la temporada, tan fresco y transparente, tan distinto de las viejas hojas apergaminadas.

Lo más resucitante de todo ha sido el algarrobo. Este invierno tuve que cortarlo a ras de tierra y era ya grande y había sido un regalo, y, nada más amontonar su leña para que se secase, se me olvidaron las razones para aserrarlo y nada más que me quedaron dentro las raíces del remordimiento. También quedaron en la tierra las raíces del algarrobo. Acabo de ver que ha remetido; y vengo aquí, corriendo, como don Antonio Machado, a anotar en mi columna la gracia de ese brote verdecido. Cuánto le tenemos que agradecer a Jesús que pusiera al alcance de los hombres la condición resucitante de la naturaleza. Que empezamos a celebrar ya, porque el jardín no espera más y las yemas han reventado, pero que tendrá su día culmen el domingo que viene.

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