En sus primeras declaraciones el nuevo líder del PP ha tenido un especial interés en señalar que su partido no es populista, en contraposición (se supone) a VOX, el otro partido de la derecha.

Entendiendo que el Sr. Feijóo no se refiere a la acepción "honorable" del término: "Tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo", sino a aquella otra que lo asocia con la demagogia, esto es, "el empleo de halagos, falsas promesas y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política", sorprende que un político que, al contrario que la mayoría de sus congéneres, ha demostrado conocimiento y competencia (no en vano gestionó con eficacia el ya desaparecido -y muy añorado- sistema de sanidad nacional, INSALUD) utilice un argumento tan burdo, ya que después de casi medio siglo de elecciones resulta evidente que el populismo es el núcleo central de los prontuarios de todos los partidos políticos.

Piénsese a modo de ejemplo en cuantas veces desde un extremo al otro del espectro político nos han prometido a los campogibraltareños modernizar la línea férrea Algeciras-Madrid o el estudio epidemiológico que averigüe de una vez por todas la inquietante predilección de las neoplasias por los habitantes de esta comarca. Si la ejecución de ambos compromisos dependiese de la insistencia con que los políticos -de todo pelaje- nos los han "garantizado" con ocasión de elecciones generales, autonómicas o generales, ya tendríamos, como poco, un tren-bala como el que va de Tokio a Osaka y unas calidades de aire y agua que envidiarían hasta en Hawái.

La triste realidad es que seguimos teniendo un tren similar a los que la "Union Pacific Railroad" uso para conquistar el Oeste (prácticamente es el mismo que Juan Morrison trazó a finales del XIX) y hay muchas posibilidades de que, a no transcurrir mucho tiempo, sean solo mutantes resistentes a los óxidos de nitrógeno y azufre o al monóxido y dióxido de carbono los únicos habitantes de la zona. Aunque poco sofisticada la técnica es tan antigua como efectiva, es la técnica de buhoneros y vendedores de crecepelos y elixires milagrosos y su éxito se apoya en la habilidad de los charlatanes para mentir sobre las propiedades de su producto y la candidez de quienes les escuchan.

El populismo genera pobreza, ignorancia y fanatismo y es campo abonado para que surjan demagogos, esto es, "aquellos que predican doctrinas que saben que son falsas, a personas que saben que son idiotas" -H. L. Mencken-

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