Dos políticos equivocados

Lo peor no es que uno ha fracasado y al otro le pueden quedar meses, sino que van a hundir a sus partidos

Ahora viene lo peor para Pedro Sánchez, que es ejercer como presidente del Gobierno. Viendo su aspecto de "euforia contenida" (tras prometer sin Biblia ni Crucifijo), se comprende mejor lo que ha pasado. En realidad, él no esperaba ser presidente, sino conseguir que Rajoy dimitiera. Y Rajoy sí quería ser presidente, pero no estaba dispuesto a dimitir antes de que lo echaran. Los dos jugaron sus cartas sin reparar en las estrategias equivocadas. Lo peor no es que uno ha fracasado y al otro le pueden quedar meses, sino que están en el camino de hundir a sus partidos. El PP y el PSOE han protagonizado la política de las cuatro últimas décadas, pero tienen un problema de liderazgo.

Mariano Rajoy pasará a la historia de España como un buen gestor (eso no le gustará a sus críticos), y también como un mal político. Como gestor ha mejorado la situación económica de un país que iba a seguir el martirio de Grecia. Ya no se habla de Grecia, y conviene enterarse para saber de lo que nos hemos librado. Sin embargo, como político ha sido malo: no ha sabido interpretar sus momentos, no frenó a tiempo los casos de corrupción en el PP, se le escapó de las manos la cometa de Cataluña, se pasó de egoísta por fidelidad a sí mismo y no entendió que él arrastraría a los suyos. Rajoy ya no era la solución, sino gran parte del problema. Ya no suma votos, sino que los resta. Ya era el momento de dar el paso atrás. En la moción de censura ha jugado muy mal sus opciones, sabiendo que perdería y resignándose a perder.

Pedro Sánchez pasará a la historia como un trilero de la política. Ha llegado a la presidencia de un Gobierno monocolor con 85 escaños (el peor resultado del PSOE) y apenas 5,4 millones de votantes, sin haber ganado nunca unas elecciones, y aupado por los populistas de Podemos, los comunistas de Unidos, los independentistas de ERC y PDeCAT, los pro etarras de Bildu… y los nacionalistas del PNV, que se apuntan al mejor postor y no lo disimulan. Gobernar con esa tribu es imposible, y él lo sabe. Aun así dio el paso, empujado por Pablo Iglesias. Al final hace precisamente aquello por lo que Susana Díaz y otros barones del PSOE le dieron un golpe interno. Los socialistas se han quedado con dos sensibilidades, y con perspectivas bastante malas. Ir a las urnas les resultará poco apetitoso.

Un Gobierno como éste es legal, pero es moralmente impresentable. La única salida digna es convocar elecciones en otoño y legitimar a quien las gane.

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