El poder y el pudor

La presentación de Susana como candidata de la victoria, lo institucional y el poder puede ser contraproducente

Del apoteósico paso al frente de Susana Díaz asombra su descarnado envite al poder. Reivindica el PSOE que ganaba y se define ganadora. "Ganas de ganar", podría ser su eslogan. A efectos prácticos, veo siete problemas, aunque permítanme antes un prólogo teórico. A fuerza de vaciar la política de ideales y contenidos, apenas queda la economía y el poder. Como la economía se la ha pedido Rajoy (por méritos propios y deméritos ajenos), a Susana le queda el poder. La aspiración a él. En la práctica tendría que disimularlo:

1) Porque el ciudadano común, que sabe que el poder recae en él, siente un rechazo instintivo a su erótica. Conviene revestirla, al menos, de vocación de servicio, de sentido de la misión, de entrega abnegada. Más aún entre los militantes, que son los que votan en las primarias y a los que, como no van a tocar bola del poder, aunque lo consiga el partido, les llega más un discurso menos purpúreo.

2) Como el poder es el tema obsesivo de tantas series televisivas exitosas e histriónicas, tipo House of cards o Juego de tronos, resulta fácil deslizarse hacia la caricatura. "La realidad imita al arte", como explicó Oscar Wilde.

3) Siendo la lucha por el poder en un PSOE jibarizado, muy localizado en Ferraz, se transmite la sensación de un conflicto por la presidencia de una comunidad de vecinos. No es eso, no, pero ese fantasma ridículo ronda la escena.

4) Su insistencia en la victoria recalca aún más la incompatibilidad de la candidata con su presidencia de la Junta. Las razones de fondo son otras, como ha desgranado José Aguilar, pero el acento en el puesto las pone en evidencia.

5) Para la gente, el poder, por asociación espontánea de ideas, es de derechas. Al mostrar con tan poco pudor tanta querencia, Susana deja al descubierto el flanco que a Pedro Sánchez más conviene golpear: el derecho. Y evoca los sucesos de la defenestración de Ferraz, tan teñidos de shakespeariana lucha por el mando.

6) Al rodearse de los históricos que gobernaron España, se contagia de cierta aureola de victoria y de mucho empaque institucional, sin duda; pero también de historia vieja. Cuando uno se arrima, se le pega todo.

7) Si gana las primarias, como es probable, su discurso la compromete a una victoria en las generales, que no parece. Por ahora, bástenos subrayar la paradoja de que, presentándose como ontológicamente victoriosa, corteja la derrota que denigra.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios