cREO que fue ayer cuando hojeando El País, encontré un artículo que me recordó una asignatura de la facultad en la que mediante algoritmos matemáticos se imita el funcionamiento de un grupo de animales, generalmente insectos, pero ya que el último objetivo de este pequeño artículo es aburrir al personal, me ceñiré a comentar que me llamó la atención cómo un montón de individuos, cientos de miles, se abstraen y se anulan y ceden todo su yo al bienestar general del grupo, consiguiendo así metas u objetivos que sin tan noble sacrificio serían impensables para tan pequeños animales.

Comparando este ejemplo con el de los seres humanos no puede uno más que sonreír ya que en nuestro caso los polos se encuentran invertidos y nos encontramos frente a unos de los talones de Aquiles de nuestra sociedad y es que más allá del bien que podemos obtener por trabajar para el grupo, nos perjudicamos por egos mal entendidos y preferimos fracasar en proyectos interesantísimos antes de ofrecer nuestro potencial al bien común y por ende que nuestro trabajo pase un poco o un mucho desapercibido.

Hace varios días charlando con un buen amigo, me comentó que tras departir con un político comarcal de alta valía, éste era incapaz de entender que su grupo político lo necesitaba en un segundo plano y que ésta era la mejor manera de ayudar a su partido, dicho político como la mayoría de nosotros era prácticamente incapaz de asumir que para el éxito de su grupo era necesario el sacrificio de su ego o mejor dicho vanidad, pero la naturaleza es sabia y de vez en cuando sólo es necesario mirar al suelo hacia ese pequeño montículo de arena, porque esos pequeños bichitos negros tienen mucho que enseñar, tanto que nos sorprenderá el poder del grupo.