Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Los pobretones

Lástima: tenemos que aprender a pescar nosotros solitos. Aunque el talento tome aquí las de Villadiego

Leyendo ayer la información publicada en este periódico sobre el regreso de Andalucía a la liga de las regiones más pobres de Europa, después de algunos años en una especie de purgatorio de transición hacia escaparates más deseables y una vez constatado que no hay manera de que el PIB converja con la media continental, me acordé de aquel chiste popular: Un pobre llama a la puerta de una casa y pide a la mujer que le abre algo para comer. "¿Te gusta el pescaíto frito de un día para otro?", le pregunta la vecina al mendigo. "Mucho, señora", responde el hombre. "Pues entonces vuelve mañana, que lo estoy friendo ahora", concluye la mujer. Me acordé porque sí, creo que el chiste, más viejo que un núo, sigue explicando bien la naturaleza del mal endémico andaluz. Llevamos años pidiendo pescado, en España, en Europa, a González, a Aznar, al rey y al arzobispo, y cada vez que creemos que nos van invitar a que nos sentemos en la mesa resulta que no, que nos dicen que volvamos al día siguiente. Lo peor es que durante todo este tiempo la labor del Gobierno andaluz ha consistido, esencialmente, en hacernos ver que el pescado frito de un día para otro es el único que hay, el mismo que se comen en Barcelona y en Copenhague, y que si hay que esperar un día más da igual porque el pescado es el mismo. Pero no.

Contra quienes insisten en querer venir a enseñarnos a pescar, como el ínclito Albert Rivera, el orgullo andaluz consiste en enseñar nuestro pescado frito de un día para otro, que vemos radiante y sabroso, ignorantes de que hay quien come pescado fresco y recién frito a diario. Un poco como el mito platónico de la caverna. Y la reacción política desde la Junta de Andalucía perdura como una programación mecánica: todo consiste en ofrecer un paquetito envuelto con mucha autonomía, mucho 4D, mucha comparsa, mucha manita en el pecho, mucho no vamos a tolerar que, mucho Canal Sur. Pero dentro del paquetito, comprado a precio de trigo, no hay nada. Si resulta que esa misma reacción se alimenta de una clase política corrupta, que machaca los recursos que debían servir para paliar el desastre en pasatiempos inmorales, no pasará nada mientras los andaluces sigan ignorando que el pescado es comestible nada más freírlo. La culpa siempre la tendrán en otra parte. Porque no importa tanto que seamos pobres como que veamos el mundo como tales.

Lástima: tenemos que aprender a pescar nosotros solitos. El problema es que el talento que generamos toma las de Villadiego en cuanto huele otras frituras. Pues claro. Si encima allí ponen pan cateto, ya me dirán.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios