Un plan para la paz

De la guerra saldrá una Ucrania con señas de identidad nacional más potentes y con valores más próximos a los occidentales

El diario Financial Times publicó ayer, miércoles, la posibilidad de un acuerdo entre Rusia y Ucrania que puede conducir al cese de las hostilidades. Es un horizonte de esperanza para conseguir la paz. De alcanzarse ese pacto, Ucrania renunciaría a la pretensión de integrarse en la OTAN, admitiría una limitación de sus fuerzas armadas y tendría que garantizar un estatuto de neutralidad con garantías internacionales. No he podido a fecha de hoy acceder a los documentos, pero según varios medios internacionales podría implicar también que Ucrania renunciara a Crimea y a las regiones del este ocupadas por Rusia. En teoría, parece una capitulación frente a la potencia agresora que ha vencido militarmente, Rusia. Sin embargo, no creo que sea un reconocimiento de una victoria, sino de la única salida posible para Putin frente a otra alternativa aterradora, la continuación de la guerra hasta la total destrucción de Ucrania. Putin se ha metido en un conflicto en el que ha equivocado completamente sus dimensiones y consecuencias. Es obvio que cualquier acuerdo de paz debe implicar para él una forma de salvar su posición y un relato en clave interna que le sitúe como aparente ganador del conflicto.

Ayer también se produjo un hecho de enormes repercusiones jurídicas y políticas. La Corte Internacional de Justicia dictó una resolución por la que, admitiendo una solicitud de Ucrania en un procedimiento de medidas cautelares contra Rusia, ordena a Rusia que suspenda inmediatamente todas las operaciones militares iniciadas el pasado 24 de febrero. Aunque es notorio el desprecio de Rusia al derecho internacional y nadie duda que no existe voluntad alguna de cumplir la decisión del tribunal, la resolución es un fuerte espaldarazo a la posición del Gobierno ucraniano y un fuerte revés diplomático y jurídico a Rusia.

En definitiva, la superioridad de la fuerza utilizada por Rusia parece aplastante, pero Putin no solo se equivocó en relación con la capacidad de resistencia del ejercito ucraniano, sino también con la respuesta de la población y la reacción de los Estados occidentales. Rusia ha podido o podrá ganar la guerra en términos militares, pero no hay ninguna duda de que Ucrania ganará de forma absoluta la paz. Aunque con una limitación en su soberanía, quizás pérdidas territoriales y un coste terrorífico en vidas humanas y en destrucción, de la guerra saldrá una Ucrania con señas de identidad nacional más potentes y con valores más próximos a los occidentales. Y el mundo occidental que, hasta la fecha, a pesar de Chechenia y Siria coqueteaba con Putin (o con su dinero y recursos) ha aprendido una dura lección.

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