Seis pies de tierra

Stalin, que no conocía la fuerza de una conciencia libre, preguntó cuántas divisiones tenía el Papa

El sábado dos familias tuvieron que llevar al cementerio del Puerto de Santa María, para dar sepultura a sus deudos, sendos martillos percutores. No es una broma de humor negro, ni tampoco un hecho aislado. La gestión del cementerio municipal no está resultando modélica. Podríamos escribir una columna de protesta, pero el martillo percutor en sí protesta solo.

Mejor aprovechar la ocasión para un memento mori. Se dice mucho que la muerte es un descanso, pero algo bueno tenía que tener lo chusco del martillo percutor. No trae asociadas imágenes de paz, silencio y reposo, ni mucho menos. La muerte, en verdad, es un martillazo que percute en nuestra conciencia. Ramón Llull aconsejaba meditar en ella para acabar de golpe con nuestro orgullo.

Con esa misma intención, aunque para acabar con el orgullo del enemigo, la blandió el rey sajón Haroldo II Godwinson. Un rey noruego llamado Harald Hardrada decidió invadir Inglaterra. Cuando Godwinson se enteró, dijo con una flema inconfundiblemente británica: "Pues le daré seis pies de tierra inglesa, y ya que es tan alto uno más". O sea, que, si quería la tierra de Inglaterra, se iba a hartar, pero de la de los seis pies de su sepultura. En esa ocasión el martillo percutor lo llevaron los ingleses a la batalla de Stamford Bridge. Entre los 4500 vikingos muertos yacía Harald Hardrada.

Sospecho que ese episodio inspiró, 600 años después, al abad de Saint-Cyran. El cardenal Richelieu, más listo que Stalin, decía que este maestro de jansenistas "era más peligroso que seis ejércitos juntos". ¿Y por qué? Porque Saint-Cyran recordaba la independencia de la conciencia individual frente al poder absoluto que Richelieu pretendía imponer. Lo bonito es que lo decía con un eco de Harold II. Escuchen al buen abad: «Hay un espacio, como seis pies de territorio de alma, en el que nunca deben poner ni imponer su imperio ni ser temidos ni canciller ni nadie».

¿Por qué seis pies? Pues para evocar esos legendarios seis pies épicos de tierra inglesa. Saber que vamos a morir nos hace ceñirnos más y mejor a los dictados de nuestra conciencia. Cada pie de tierra, pues, corresponde a uno de territorio de alma soberana y cada cual vale, según las cuentas del astuto Richelieu, a un ejército entero.

Ojalá se arregle enseguida esa cosa triste del cementerio de mi pueblo; pero el martillo percutor sobre la conciencia sí que lo tenemos que traer de casa cada cual.

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