EN la batahola de Gallardones y Pizarros que ha acaparado la semana política han pasado desapercibidas las interesantísimas declaraciones del líder del nacionalismo catalán, Artur Mas, al periódico El Mundo. Pero tal vez lo que ha dicho Mas importa más para el futuro de España que la suerte del alcalde de Madrid.

No es que vayamos a sorprendernos ahora de que el máximo dirigente de Convergencia Democrática de Cataluña, preguntado si se siente español, conteste "yo me siento catalán", y hurgado al respecto añada que "en este momento ser catalán es una manera de ser español, pero no me siento nada más que catalán", diga lo que diga un carné o un pasaporte. Contra un sentimiento íntimo poco se puede hacer; contra las consecuencias de este sentimiento en la gobernación de España se puede, y se debe, hacer todo.

La entrevista a Artur Mas tiene la virtud de avisarnos a todos, y especialmente a Zapatero y Rajoy, de lo que le espera a aquel de ellos que necesite el apoyo de CiU para gobernar si el 9 de marzo no le depara la benéfica mayoría absoluta. Está escrito: "Si tenemos la sartén por el mango, nuestras exigencias serán mucho mayores que en las últimas legislaturas". Traduzcamos. El primer requisito para que PSOE o PP logren el respaldo de CiU para la investidura o la estabilidad del nuevo Gobierno es la retirada de los recursos de inconstitucionalidad contra el Estatuto catalán. Se trata de una condición sine qua non. Si no se conjura el peligro de que el Estatut sea devuelto parcialmente a los corrales, no hay tu tía. Bueno, ni tu tía ni estabilidad para Rajoy o Zapatero, a no ser que busquen aliados en otros caladeros todavía más complicados (PNV, ERC, IU).

Supongamos salvado el escollo estatutario. Don Arturo no deja de sacarle nuevos jugos: "Si reconocemos que Cataluña es una nación, y el Estatuto aprobado por Zapatero lo dice claramente en el preámbulo, hay que ser consecuentes, y una nación tiene derecho a decidir(...) y eso incluye el derecho a la autodeterminación". ¿Se acuerdan cuando, durante el debate sobre el Estatut, se vendía desde el poder la idea de que eso de la nación era un asunto puramente conceptual y cultural, que daba igual incluirlo o no, y algunos advertíamos de que tendría consecuencias políticas prácticas? Pues ya están en marcha esas consecuencias. Como lo está -palabras de Mas- la reclamación de un concierto económico como el vasco (en resumen, pagar menos al Estado), "si en el futuro todos los catalanes nos ponemos de acuerdo".

Lo peor que puede pasar el 9-M es que estos señores tengan la sartén por el mango.

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